56. CUCKOLD RESORT

Maite y Patricia llevaban un tiempo deseando algo más que los encuentros habituales de las dos parejas. Solían quedar una vez al mes, en sábado. Se divertían y se daban situaciones morbosas, es cierto, pero al poco tiempo, sobre todo ellas dos, empezaron a echar en falta algo más. Acudieron a algún club en vez de quedar en casa para romper con la costumbre, pero en realidad tampoco sucedía nada muy especial.

De modo que, tras hablarlo un poco, ambas se pusieron a buscar otras opciones. No tardaron mucho en dar con el Club Nudista francés que prometía novedades. En ese lugar iban a celebrar el Día del Cuckold en apenas dos semanas cuando lo leyeron. No se especificaba en qué iba a consistir ese día, pero a Maite y Patricia algo les dijo que eso podía ser justo lo que buscaban.

El club estaba a pocos quilómetros tras la frontera, y a sus maridos les contaron que, simplemente, era un lugar nudista, sin mencionar el "Día del Cuckold". 

Llegaron al Resort un sábado tras el almuerzo. La azafata que les recibió les alojó a los cuatro en una habitación con una enorme cama redonda y les pidió que estuviesen preparados a las siete, cuando les vendrían a buscar para acudir a una fiesta especial. Lo de "especial" intrigó a los dos maridos y excitó a las dos esposas.

A la hora convenida se presentó de nuevo la azafata, que se llevó a Maite y a Patricia pero dejó en la habitación a sus maridos, cada vez más intrigados. Poco más tarde, un camarero les trajo a ellos unas copas y una botella de champán, y luego les condujo a una gran sala cuya pared del fondo estaba cubierta por una enorme cortina densa y pesada. En aquella sala había ya varios hombres solos, todos ellos con sus copas. Sonaba una música agradable y relajante, y en unas pantallas laterales se podían ver fotos de cuadros eróticos antiguos. 

Quizás una hora más tarde, la cortina densa se descorrió y tras ella apareció un cristal que permitía ver una inmensa estancia acolchada en donde una decena de hombres penetraban a otras tantas mujeres. Los hombres eran todos jóvenes y atléticos, atractivos, auténticos profesionales del sexo. Los dos maridos no tardaron mucho en descubrir a Maite y a Patricia, cada una poseída por uno de aquellos jóvenes. Les resultó difícil decidir cual de las dos gozaba más, ya que ambas (así como el resto de las mujeres) gemían y gesticulaban poniendo en evidencia su placer.

La mayoría de los hombres empezaron a masturbarse. Los maridos de Maite y Patricia lo hicieron.

La azafata que les había atendido en su llegada apareció en escena y se paseó por entre las parejas que fornicaban, y les daba cachetes en las nalgas tanto a ellas como a ellos y les animaba a darlo todo. A una señal suya, los hombres empezaron a eyacular en sus parejas: a las unas en las nalgas, en los pechos, a otras en la cara. Maite y Patricia fueron rociadas en la cara, ya que así se lo indicaron a sus amantes ocasionales.

Un rato más tarde, el tropel de mujeres irrumpió en la sala de sus maridos. Maite se había limpiado, pero Patricia, más descarada, se presentó con sus chorretones en donde se los habían soltado.


Comentarios

Entradas populares de este blog

160. CITA SECRETA CON MI EMPOTRADOR

159. NO SIN MI MARIDO

3. UNA SORPRESA PARA MI MARIDO