164. ENCULADA EN LA PLAYA NUDISTA

Mi marido y yo llevábamos un tiempo sin vivir buenas aventuras. Así que, después de hablarlo largamente, decidimos que ese verano nos iríamos de vacaciones a algún complejo swinger que estuviera cerca de una playa. ¡Allí las ocasiones tendrían que venir rodadas!

En cuanto llegamos al hotel, mi marido, claramente excitado, me susurró al oído “Qué ganas tengo de ir a la playa y ver como algún semental se excita contigo”. Con esa sola idea nos calentamos sobremanera y follamos allí mismo, sobre el piso de la habitación, sin ni tan siquiera utilizar la cama.

Al poco rato, salimos directos a la playa llevando una toalla y un pareo. Una vez instalados nos pusimos a pasear por la orilla, desnudos, claro está. Mi marido comentaba las reacciones que yo provocaba en cada hombre que nos cruzábamos. Este te ha devorado mirándote los pechos. ¿Has visto cómo, con solo verte, se ha empalmado el de la pareja que hay más allá y se ha empezado a tocar?

Después del paseo excitante, nos tumbamos. Yo puse mi mano sobre el pene de mi marido que se puso duro solo al tacto de mi mano, imaginando lo que iba a pasar a continuación. Casi al instante noté una presencia muy cercana.

Abrí los ojos y vi un chicarrón imponente de pie junto a mí. Enseguida me fijé en una verga que casi asustaba por su medida descomunal, ya casi erecta. Oí el susurro de mi marido al oído. “Aquí tienes un primer candidato, ¿te gusta?” 

A modo de respuesta golpeé suavemente con la mano la toalla a mi lado. El chico entendió enseguida y se tumbó, pegado a mi y acariciándome el muslo. Deslicé una mano en su pecho, la bajé hasta el vientre y él me condujo hasta la verga, completamente dura.



Empecé a masturbarle. Apenas cabía en mi mano esa polla enorme. El chico empezó a gemir. Pero eso para mi no era suficiente, la situación me había excitado sobremanera.

De un salto me puse de rodillas y acerqué mis labios hacia aquel portento. Mi marido sonrió y se situó tras de mí, “Eso es, cariño, disfruta”, tocándome el pubis y los pechos mientras me besaba el culo. Noté su polla dura contra mi muslo. Mi nuevo amante se puso a gemir como un loco con los movimientos de mi boca. De pronto decidió que quería más. Me volteó y me penetró a lo bestia. Tenía aquel pollón dentro de mi y me volvía loca de placer.

Me di cuenta de que el chico miraba hacia los lados de vez en cuando.

-Mi novia está por aquí y no quiero que me pille -fue lo único que me dijo.

Mi marido me besó, tocó suavemente uno de mis pezones y fue a buscar el teléfono para tomar unas fotos del acontecimiento “Ahora vuelvo”. Fue justo en ese lapso de tiempo que el semental puso dos de sus dedos en mi ano y me susurró “Tenemos que dilatar un poco esta cueva, porque me gustaría que me recibiera también, ¿te gustaría a ti?” Mi respuesta fue un gemido sordo a modo de afirmación. Cogió el aceite solar que estaba tirado por la toalla y lanzó unos cuantos chorretones sobre mi ano, sin dejar de follarme en ningún momento. De pronto se retiró y supe que ese sería el momento, sentí en mi culo aquella polla enorme y mis gemidos aumentaron de volumen. Me folló a conciencia durante no sé cuanto tiempo, y yo me corrí varias veces. De pronto salió de mi y sentí como se vaciaba rociando mis nalgas de esperma.

Estaba exhausta. Me quedé unos segundos inmóvil y abrí los ojos. Mi marido seguía sonriendo y tenía todavía el teléfono en la mano. A nuestro alrededor se había formado un corrillo, un grupillo de parejas y chicos sonrientes. 

El chico se levantó y se fue hacia el corrillo, en donde estaba la chica que sin duda era su novia. Antes de que el chico la alcanzara, ella ya se había puesto de rodillas y besaba el pene del hombre que tenía más cerca.

Uno de los chicos del grupo, bastante guapo, se nos acercó y nos preguntó: 

-¿En qué habitación estáis alojados?

(Continuará)

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