151. DEL DIARIO DE UNA ZORRA (1)
Hace dos días me enteré de que mi novio Carlos tiene un lío con Berta, una compañera de su trabajo. Lo que más me molesta es que lo oculte y lo niegue cuando se lo pregunto.
Mientras ando por la calle se me ocurre resarcirme y vengarme de su estupidez haciendo sexo con un desconocido, el que sea, y eso enseguida me pone caliente. Pienso que hoy algún tipo va a llevarse un premio inesperado. Anda por ahí un hombre que todavía no sabe que hoy me follará. Me doy cuenta de ando por la calle mirando a los hombres y todos me dan morbo.
Para calmarme un poco entro en el bar de Toni, como todos los días. Le pido un chupito de Limoncello y Toni se sorprende pero no dice nada. me miro a Toni, pero se que siempre me dirá que está ocupado con el trabajo. Poco después entra Fade, el chico de Gambia que me tira los tejos, aunque debo reconocer que es educado y amable, jamás me ha dicho ninguna cosa obscena. Fade me saluda y se sienta en otra mesa con un compañero del curro. Trabajan en la construcción, creo. Me miro a Fade y de repente me doy cuenta de sus músculos. Sin pensarlo, me fijo en sus pantalones. Fade debe de tenerla muy gorda a juzgar por el bulto. Él se da cuenta de que lo estoy mirando, me saluda y me sonríe. Yo también le sonrío. Lo que Fade no sabe es que ya estoy pensando en follármelo.
Me voy al servicio, cierro bien la puerta y me desnudo casi por completo. Me saco tres fotos en la que se me vean los pechos y el pubis. En la tercera se me ve la cara. Quizás estoy un poco gordita, pero creo que puede funcionar. Si lo hubiera sabido antes me depilo.
Vuelvo a la mesa y busco entre mis contactos de Whatsapp el número de Fade, que me lo dio cuando tuvo unos problemas con los papeles y le mandé la dirección de un abogado de confianza. Le mando la primera foto y me quedo observando. Fade tarda unos segundos en ver que ha recibido algo en el móvil. Lo mira. Lo mira tres veces, pestañea. Entonces le mando la segunda. Veo como Fade se queda atónito y la amplía. Y entonces le mando la tercera. Me reconoce enseguida. Me busca con la mirada y nos miramos los dos. Entonces yo me levanto, pago en la barra y ando hacia mi casa. El burro de Carlos hoy se queda a dormir en casa de sus padres como todos los martes. Tengo todo el piso para mi. Y para Fade. Escucho los pasos de Fade a pocos metros detrás mío.
Llego a mi portal, abro y dejo la puerta entornada. Mientras espero el ascensor siento como las manos de Fade me envuelven des de atrás. Una de ellas engarza mi cintura y la otra me agarra el cuello, mientras su lengua grandota me lame el cogote. En este momento ya me siento follada, o casi, o por lo menos ofrecida. En el ascensor me arrodillo para lamerle el paquete por encima del pantalón, pero Fade es muy rápido y se saca su pene a medio camino de la erección. Solo a medio camino me doy cuenta de lo que me espera, pero eso me calienta mucho más.
Una vez en la cama, Fade capta enseguida que eso no va de idilio ni de romance ni de amor, que eso va de sexo duro. Lo capta y hace lo que se espera de él, y se desinhibe y me muestra su lado salvaje. Por eso mismo comprende que yo grave la escena, con el móvil apoyado en la lámpara de la mesita de noche. No me pregunta para qué quiero ese vídeo.
Descubro que Fade tiene un aguante espectacular. Pero cuando intuyo que tiene ganas de eyacular, tras casi dos horas de caña (solo paramos cinco minutos para una cervecita y un pitillo compartido), me doy cuenta de que no se atreverá, así que se lo pingo fácil: Córrete en mi cara, le digo. Fade no tarda ni un minuto en cumplir mi demanda. Su chorro es largo, caliente, repetido. Aúlla mientras se corre.
Mientras me ducho ya me estoy preguntando quién me follará mañana.
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