159. NO SIN MI MARIDO

A principios del verano empezamos a recibir mensajes de un tal Tarkus en la página swinger. El primero fue: "Me encanta vuestro rollo y Maite es guapísima". Le respondí con educación que él también es guapísimo, cosa cierta. Tarkus es un chico negro, estatura media, fornido y fibrado. Y muy bien dotado. No solo eso: en las fotos que tiene en su perfil, Tarkus exhibe su saber hacer en posturas rotundas y se nota que el sexo es su pasión por la intención que le pone.

Entre la galería de mujeres que se exhiben en su perfil (muy numerosas) descubrí a una de mis conocidas, así que le escribí contándole el correo de Tarkus.

-Te lo recomiendo -me dijo ella, sin dudar- te lo pasarás genial. Este tipo tiene un aguante tremendo. Solo te diré que a mi me tuvo más de dos horas sin parar, y fui yo quién le pidió el final. Me señalé los pechos y me los dejó rociados con alegría y abundancia. Un crack.

A pesar de la recomendación de mi amiga, y por cuestiones familiares que no voy a contar, mi marido y yo estuvimos un par de meses sin tener citas swinger. Y durante este tiempo Tarkus siguió mandando mensajes, cada vez más directos. Uno de esos mensajes que me llegó al corazón:

"Tengo una lista de esposas swingers preferidas, y tu ocupas el primer lugar en ganas de follarte".

Mi marido vio los mensajes y creo que se excitó.

-¿Has visto con cuántas mujeres ha estado Tarkus? ¡Eso es una garantía! Ya sabes que cuando una esposa queda satisfecha con su amante, se lo recomienda a otras. Y ese... ¡debe tener recomendaciones por todas partes!

Lo que mi marido no sabía es que yo ya me había imaginado varias veces en los brazos de Tarkus y cada vez lo deseaba más. Sin embargo, nuestras cosas familiares todavía nos tenían sin tiempo libre y tuve que demorar la cita cada vez más ansiada. Durante este tiempo, me entretuve varias veces viendo sus fotos y leyendo los comentarios, hasta que me di cuenta de que eso sería una experiencia para recordar, con mayúsculas. Una noche, tras un polvete con mi marido, le pregunté:

-¿Te gustaría verme a mi también en las fotos de perfil de Tarkus?

Y Luis, que ya se había corrido, tuvo una inesperada nueva erección, solo con pensar en eso. Aproveché la situación para explicarle mi plan mientras me daba una penetración breve: quedaré con Tarkus pero contigo, para que me saques las mejores fotos de tu vida. Al escuchar estas palabras, Luis se corrió de nuevo. El sobreesfuerzo de mi marido le dejó K.O. y se durmió al instante. Me levanté de la cama y abrí el ordenador para mandarle un mensaje a Tarkus:

"Nos vemos. Proponme fecha y lugar. Te cuento que mi marido también vendrá".

"¿No te fías de mi?" se lamentó el chico.

"Es al revés, Tarkus: me fío tanto de ti que quiero que mi marido nos haga fotos para tener el mejor reportaje".

Tarkus estuvo unos minutos sin responder, tras los cuales me dijo que se había masturbado a toda prisa imaginando la situación.

Nos vimos en un hotelito discreto de las afueras. Tarkus y Luis se dieron la mano, como dos caballeros educados. Mi marido me desnudó delante del futuro amante y me ofreció ante él puesta de rodillas al borde de la bañera jacuzzi. Me dio unas palmaditas en los pechos para erizarme los pezones, luego me azotó el culo para ponerlo rosadito y por fin se fue a por su cámara. Cuando regresó escuché los chasquidos de las fotos pero yo ya estaba metida en el agua burbujeante y con el pene de Tarkus metido hasta la garganta, saboreando a mi delicioso amante negro.

Luego se sucedieron las más de dos horas de sexo contundente. Tarkus me arrancó tantos orgasmos que perdí la cuenta. Solo diré que Luis había traído, por suerte, una batería de recambio para su cámara.

Al terminar, mientras yo me duchaba para limpiar la generosa corrida de mi amante (hombro, cuello, barbilla, pechos), Luis y Tarkus se dieron de nuevo la mano e intercambiaron correos. Tarkus me muestra ahora en sus fotos y yo a él en las suyas.





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