154. DEL DIARIO DE UNA ZORRA (4)
9 de octubre
MI PROFE ANDRÉS Y LOS TRABAJOS MANUALES
Cuando menos lo esperaba, un antiguo profesor mío de la la Formación profesional me manda un mensaje. Andrés me ha localizado por Facebook y dice que se alegra un montón de volver a verme. Me manda un mensaje largo, con piropos incluídos per discreto y educado. Si no lo recuerdo mal, cuando era profe mío ya me soltó algunas indirectas, pero yo entonces no estuve atenta a sus palabras, ya que tenía novio y no andaba buscando nada.
El mensaje de mi profe es bastante explícito. No soy capaz de saber como demonios sabe que estoy soltera, pero es obvio que lo sabe. Cuando termino de leerlo me quedo pensativa: no me había planteado nunca tener una cita con un hombre maduro. Pero enseguida pienso que tiene su morbo. Y me digo ¿por qué no?
Nos intercambiamos algunos mensajes, bastante discretos. Creo que no se atreverá a pedirme lo que quiere. Así que, cuando llevamos un rato intercambiando mensajes demasiado correctos, decido darle un giro inesperado a la conversación y le mando una foto:
Andrés tarda casi un minuto en responderme, pero al fin lo hace: me pones loco, princesa. Eres fabulosa. No me esperaba ni "princesa" ni "fabulosa" y eso me pone. Agradecida por esas palabras, le mando otra fotito similar, cambiando un poco la posición de las caderas. Luego otra. Creo que se está masturbando porque tarda mucho en responder. La verdad es que me gusta que se masturbe con mis fotos.
Por fin me propone algo: ¿te parece bien si nos vemos una tarde en un hotel?
Andrés me manda el enlace a la página del hotel que ha pensado: es una habitación con cama redonda, espejos en el techo y luces rosas. Enseguida siento que me apetece follar allí. Le respondo que ya puede ir pillando la habitación. Le exijo que me mande el comprobante de la reserva y él lo hace en segundo: queda claro que se me quiere tirar a toda costa. Luego concretamos día y hora. Me siento un poco puta y no me disgusta.
El día de la cita Andrés se presenta algo tímido y vestido como si hubiera salido para hacer ejercicio. Ha contratado un botella de champán. Nos tragamos la primera copa en un santiamén y yo me desnudo. Él me cuenta que se ha tomado una pastilla azul. Y que lleva otra por si acaso.
Para evitar el momento tonto me agacho en su regazo, le desabrocho los pantalones y me meto su pene en la boca. Andrés está medio empalmado. Ha venido recién duchado y huele muy bien. Le saboreo. Al cabo de un rato intentamos la penetración pero enseguida descubro que será difícil. Sigo con boca y manos. Luego le masturbo con los pechos. Él jadea, casi aúlla de placer.
Hacemos una pausa. Seguimos con el champán. Él habla y me hace reír. Creo que tenemos que pedir otra botella, cariño, le digo. Y Andrés la pide en el acto. Creo que me obedece. Poco después ya estamos un poco piripis los dos y entonces sigo con mis trabajos manuales. Pronto comprendo que André no puede o no quiere penetrarme y que lo que le gusta es eso. Me sugiere que le de mi axila y se pasa un buen rato disfrutando de ella. A mi me da placer la axila por primera vez en mi vida. Me gusta escuchar al hombre maduro gozando de una parte tan ignorada de mi cuerpo. Me masturbo mientras él se folla mi axila derecha.
Al final me pide permiso para correrse en mi cuello. Le digo que adelante.
Una vez saciados nos terminamos el champán entre risas y comentarios chorras. Entonces me pregunta si quiero ir a cenar con él y yo reacciono deprisa: en la próxima cita vamos a cenar. Él asiente, contento. Se va a la ducha. Luego me ducho yo. Nos despedimos en la calle. Cuando estoy llegando a casa descubro que me ha metido un billete de 100 euros en el bolsillo de atrás del pantalón mientras yo me duchaba. Me gusta eso.
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