DEL DIARIO DE UNA ZORRA (7)


EN LA FIESTA DE LOS ANTIFACES

18 de Noviembre

Mi hombre me llama dos días antes de la fiesta de los antifaces a la que me invitó. "Solo para saber que todo va bien y nos vemos el sábado", me dice. Yo hago como que casi ya no me acordaba. Lo que no le digo es que ya me compré días atrás el liguero y el antifaz, las dos piezas imprescindibles para entrar en la fiesta. Tampoco le digo que llevo días esperando esa llamada de confirmación y que también me he comprado un vestido que se cae a los pies con solo desabrochar un botón.

-Pasaré a las siete a recogerte.


20  de Noviembre

A pesar de mi tremenda curiosidad y mis tremendas ganas, cuando me llama por el interfono tardo un poco en responder y luego le hago esperar diez minutos. Cuando salgo a la calle le veo tan tranquilo, sentado en el capó del Audi gris y fumando. Me dice que estoy muy guapa y me besa en el cuello. Cuando entro en el coche me encuentro un sobre en el asiento del copiloto. Dentro hay más dinero del que esperaba. "Es por si la fiesta se alarga un poco", dice él.

Conduce durante una hora. Salimos de la ciudad por la autopista. Luego una carretera que serpentea por un monte bajo, cerca de la costa. Llegamos a un chalé muy normalito. Yo me imaginaba una mansión rocambolesca pero es un chalecito como de clase media para el fin de semana. Hay una docena de coches aparcados. Cuando nos acercamos a la puerta escucho música disco de los 80.

-Si te preguntan, diles que eres mi novia.

En el recibidor, un hombre alto y delgado, muy atractivo, le saluda a él y a mi me besa en la mano. Lo más llamativa es que el tipo lleva una camisa blanca de esmóquin y nada más: su pene está erecto. Se habrá tomado el sildenafilo, sin duda. Nos invita a pasar.

El salón también es bastante normal, solo que las luces son rosas, naranjas y rojas. Hay bastante gente. En un sofá enorme, un grupo de chicas con ligueros se están besando con pasión. Creo que todas son más o menos de mi edad. Ya deben de llevar un rato. En las butacas y las sillas están los hombres, la mayoría desnudos y tocándose sin mucha intención, solo para mantener la erección. Una de las chicas se acerca a mi, se presenta (Rosa) y descubre el botón de mi vestido. Me lo desabrocha. El vestido cae y muestra mi cuerpo. Me quedo solo con mis ligueros. Me acuerdo del antifaz y me lo pongo. Rosa me invita a unirme al grupo y yo le sigo. Nada más sentarme en el gran sofá, Rosa se arrodilla ante mis piernas y me las abre. Rosa sabe muy bien como se da placer.



Todo el mundo bebe, toca, besa, masturba. El tipo atractivo de la entrada se cruza conmigo cuando voy a la cocina a por una bebida, me besa en la boca y sin mediar palabra me pellizca un pezón suavemente. Luego pone dos dedos entre mis piernas, los introduce en la vagina, se los chupa y se va. Nadie parece muy interesado en follar. Cuando me levanto para ir al baño paso ante la puerta abierta de una alcoba. Hay un tresillo, y una mujer en medio de los hombres. Les está masturbando a los dos, despacio, mientras hablan y se ríen. Uno de los dos es mi hombre. Le saludo con la mano y él me devuelve el saludo.


Cuando abro la puerta del baño descubro a una pareja algo más lanzada. Él está de pie dentro de la bañera. Ella, con su antifaz de Catwoman, le está devorando la polla y me mira fijamente. Yo me siento en el inodoro y meo, tan tranquila. El hombre me palpa los pechos mientras estoy meando y yo, cuando termino, le beso en la boca para agradecerle las caricias. La mujer que le está chupando, quizás celosa de ese beso, le chupa con más ahínco.

Cuando salgo del baño no puedo volver al salón: en el pasillo un hombre me detiene poniendo sus manos en mis caderas.

-Tu eres la nueva. Te hemos preparado nuestra bienvenida. Ven conmigo.

Me lleva por un pasillo hacia una sala en donde hay una camilla en el centro. Una camilla con ruedecitas. Me tumba allí, boca arriba. Un grupo de cuatro o cinco mujeres empiezan a depositar manjares encima de mi cuerpo: platitos con fruta troceada, rollitos de sushi, gambas, vieiras, almejas, mochis. Me cubren los pezones con caviar y el pubis con cerezas en almíbar. Una vez terminada la decoración de mi cuerpo, empujan la camilla por el pasillo. A medio camino pasamos ante una puerta abierta. Me ladeo y veo a un hombre meándose en la cara de una mujer con antifaz.


No me da tiempo a verlo con detalle, pero creo que el meón es mi hombre y me doy cuenta de que eso me duele, pero no tengo tiempo se sentir celos porque ya me han presentado ante el grupo. Todo el mundo se acerca a mi cuerpo para comer, lamer y sorber. Creo que tengo tres orgasmos durante este tiempo. Uno de los hombres que ha lamido es un maestro.

Tras el ritual de bienvenida me voy a la ducha. Luego, sin saber como, me quedo dormida en un sofá. Estoy confusa. Creo que la bebida me ha subido demasiado o quizás había algo mezclado en ella. Me despierto de repente. Un hombre me está penetrando muy despacio. Es el tipo atractivo del recibidor. Cuando se da cuenta de que me he desvelado se disculpa por la osadía. Poco después me lleva a casa en su coche. Una vez ante la puerta de mi casa desliza una tarjeta en mi mano.

-Has estado genial en mi fiesta y me gustaría mucho invitarte a otra, un poco más especial. No digas nada ahora. Te compensaremos muy bien.

Yo estoy rara y excitada a la vez, sigo confusa.






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