11. LA MAGIA DE LOS TRÍOS
Os voy a hablar de lo que he sacado con mis experiencias haciendo tríos. Des de muy jovencita he oído hablar de los tríos como algo genial y fabuloso, lo más del sexo. Por eso y por la insistencia de mi marido, he hecho varios, siempre con él y con un invitado. Y también hablo por lo que me han contado las amigas que han tenido las mismas experiencias que yo.
Creo que lo mejor de un trío, sinceramente, es todo lo que hay antes: la preparación y sobre todo, los primeros momentos, antes de ponerse en el asunto. Me encanta ver las miradas, los movimientos, y especialmente darse cuenta de que todo el mundo está dispuesto a vivir una gran tarde, que quizás se convierta en noche entera.
Ya en mi primer trío, sin embargo, me di cuenta de que las cosas son más complicadas. En primer lugar, el marido suele empezar intentado marcar terreno, para demostrarle al otro macho que la mujer es suya. El mío me desnuda a medias, me exhibe y me pone en alguna posturita que excite al invitado. En todas las ocasiones, me empuja la cabeza hacia el pene del invitado para romper las timideces y romper el hielo. El invitado suele empezar con precaución, con algo de inseguridad. No la vence hasta que la cosa ya está muy clara, y entonces puede que pretenda adueñarse de la situación, pasando a ser el protagonista.
En resumen, en los tríos hombre-mujer-hombre, una termina por sentirse usada, cosa que puede que le guste o que no tanto.
Aunque puede que pasen otras cosas: mi amiga Marga hizo un trío con marido e invitado y se encontró con que los dos hombres estaban más interesados el uno por el otro que por ella, y por lo visto terminó masturbándose al lado de dos tíos que estaban descubriendo su bisexualidad.
A Isabel le sucedió lo contrario: una vez empezado el juego, su marido se levantó y se fue a la terraza a fumar y a tomarse una cerveza. Regresó media hora más tarde, como si no le importase lo que sucedía encima del sofá.
A Vanessa le sucedió lo contrario: el invitado se corrió a los dos minutos y a partir de entonces estuvo concentrado, tocándose para intentar recuperar la erección que ya no regresó, y sin ni siquiera mirarla mientras ella seguía con su marido como un día cualquiera.
Y luego, claro está, llega el tema de la doble penetración, que todo el mundo espera como el mejor momento de la velada. Pero la doble penetración exige mucho de los hombres: deben coordinarse y eso no es fácil, aparte de que la operación en si es bastante delicada. Las pocas veces que lo he conseguido, la doble ha sido momentánea, ya que enseguida algo falla. Ya me comprendéis: uno de los dos se sale constantemente y tiene que volver a probar, hasta que normalmente lo deja y pasa a otros temas.
Tras la doble, el otro momento especial es la culminación. Me encontré con un invitado que nada más empezar ya me susurró al oído que se pedía mi cara para terminar en ella.. Otros, más tímidos, se corren en los pechos. Y otros incluso sueltan su esperma en la almohada por no molestar. Mi marido suele correrse en mi cuello, antes que el invitado, para indicarle así lo que puede hacer. A mi uno me pidió la boca y, cuando le dije que eso no me gusta se molestó y decidió hacerlo en la tapicería del sofá, que puso perdida. Vanessa me contó que decidió cambiar la situación: tomó las riendas del tema y les exigió que se le corriesen uno en cada pie. Laura se encontró con un tipo que le acertó en el ojo cuando menos se los esperaba y todavía anda poniéndose colirio.
En resumen: creo que los tríos están sobrevalorados. Aunque dan mucho morbo.
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