13. OBSESIÓN POR EL CULO

 


Eso es muy frecuente: la mayoría de los amantes ocasionales pretenden accederme por el ano. Quizás piensan, temen o desean no volver a verme jamás y por eso no quieren dejar ninguna deuda pendiente. Me ha sucedido con casi todos. Debo decir que alguna vez he sido yo la que ha buscado esa situación, por supuesto. 

Es frecuente que en los contactos previos, los amantes pregunten si eso del culo me gusta, a renglón seguido de preguntar si dejo que se corran en mi cara. Es una especie de encuesta que hacen para saber si merezco la pena o algo así. Digo yo que lo preguntan al verme madurita, puesto que presuponen que una es más suelta con los años. Si fuese más joven puede que se conformen con tenerme un rato y en un coito normalito sin más exigencias.

Yo no se qué presuponen los hombres al respecto. Un amigo gay me soltó que todos los hombres que desean la penetración anal ocultan algo de homosexualidad, pero no creo que sea solo eso. Creo que algunos afirman una masculinidad exacerbada cuando penetran a una mujer por el culo, ya que es imprescindible tener el pene más duro para hacer eso que para hacerlo por la vagina, que como todo el mundo sabe es más dúctil y más fácil.

Muy pocos han sido lo que no lo han hecho, preguntándolo o sin preguntarlo antes. La verdad es que siento placer con el coito anal, tras muchos años de practicarlo con mi marido y con varios más. Incluso llegué a experimentar el orgasmo de esta forma, algo que no es nada raro por lo que me cuentan.

Aparte de mi marido, mi amigo Jaime andaba verdaderamente obsesionado con eso. Y para convencerme elogiaba mi ano a la primera de cambio, y me decía que era uno de los más gustosos que había tenido jamás. A mi eso me predisponía un montón, como podéis entender, así que no tardaba nada en levantas mis ancas y mostrarle la entrada. Me gustan los que saben entrar por el ano sin darte la vuelta y son capaces de darte por el culo mirándote a la cara.

Debo decir que a Jaime le gustaba follarme el culo mirándome a la cara porqué su otra obsesión era correrse en ella. Pero de eso hablaremos en otra ocasión. 



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