14. GUILLERMO Y SUS POSTURAS

 


Las posturas amatorias de mi primer marido eran dos: el misionero y el perrito. Jamás se salió de ese guión y cuando yo le propuse algo solía agobiarse mucho y se sentía incómodo. Ni hace falta decir que el sexo oral le parecía algo propio de personas degeneradas.

Tuve que esperar al divorcio para conocer otras formas de situarse, y solo eso ya justifica un divorcio. Creo que estaréis de acuerdo conmigo.

Lo que os cuento es algo que me sucedió tras el divorcio y muy poco antes de conocer a mi segundo marido, el que me acompaña en la cosa del sexo liberal. Conocí a Guillermo por casualidad, en un club de Barcelona. Guillermo es uno de esos tipos del Gym que abundan en los clubes y que se pasean triunfantes. Aunque mucho me temo que una mujer de mi edad no es su tipo, lo cierto es que por algo se fijó en mi y terminamos dando la nota en un rincón de la cama comunitaria. Nos fue tan bien que nos intercambiamos los teléfonos.

Con Guillermo me he ido viendo de pascuas a ramos, ya que como os podéis imaginar tiene la agenda muy llena. Pero no imposible.

Me divertía mucho un hábito suyo: cada vez que nos encontrábamos me contaba que había estado pensando en la postura que íbamos a practicar y me mostraba fotos. En efecto: Guillermo estaba haciendo sus pinitos en la industria del porno y sus jefes le exigían mucho. Así que él se preparaba las escenas y yo le servía para el ensayo. La verdad es que a mi, saber eso me ponía muy cachonda, ya que sentía que estaba viviendo una primicia. Con Guillermo lo hice en posiciones que jamás había imaginado o que solo existen en las pelis porno. Me enorgullece haber ayudado a la formación profesional de Guillermo.

Cuando empecé a salir con Luis, quien poco después sería mi segundo marido, un día le conté lo de mi amigo Guillermo y Luis, sin pestañear (cosa que se agradece) me manifestó su deseo de asistir a las citas con Guillermo y sacar fotos. Lo mejor del asunto es que Guillermo, a su turno, estuvo encantado de contar con la participación de un marido cornudo que le sacara fotos. Unas fotos que luego él estudiaba para mejorar en "prestaciones y servicios", según sus palabras.

Las sesiones con Guillermo en la cama (o en el sofá, la lavadora, la bañera, el balcón o el garaje) y Luis a la cámara fueron memorables. Ante la presencia del marido (él solo le llamaba "cornudito") Guillermo se crecía y se mostraba más osado.

Hasta que un día se esfumó. Recibí un mensaje suyo mucho meses más tarde: estaba viviendo en Tampa (Florida) y trabajando para un empresario del porno. 

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