19. SANTI, DE LA FORMA MÁS TONTA
Por cosas del trabajo tuve que quedarme un par de días entre semana en Burgos. Me hospedé en un hotelito céntrico y algo decadente pero muy agradable que disponía de solarium y piscina, aunque en noviembre no apetecía mucho. Me informé del ambiente liberal en aquella ciudad antes de partir y descubrí a un par de mozos. Sin embargo, los dos me dijeron que entre semana lo tenían mal y no pude concertar ninguna cita. Eso me supo mal, ya que Luis se quedó esperando alguna noticia morbosa de mi parte.
Aún así, puse en la maleta un vestidito fucsia y unos zapatos negros y sexys. No se sabe nunca.
Terminé pronto con mis deberes laborales y me fui para el hotel. Descubrí que el solarium era muy agradable y que estaba completamente desierto. Así que decidía mandarle igualmente algo a mi marido. Me subía a la habitación me puse el vestido fucsia y los zapatos y me instalé en una de las butacas del solarium. Me quité las braguitas, subí un poco la falda y me saqué una foto que mandé a mi marido con el comentario "Aquí, aburrida". Tuve el detalle de hacer el signo de los cuernos con la mano izquierda cerca de mi coño. Luego me preparé para la cena.
Cuando estaba sentada en mi mesa empezando por la ensalada, apareció un tipo maduro y atractivo que me sonrió mientras pasaba ante mi con su plato. Le devolví la mirada y la sonrisa.
-¿Eres una hotwife? -me espetó sin previo aviso.
Como podeis comprender, le invité a sentarse conmigo y le pedí explicaciones. Aunque era muy sencillo: resulta que no me había percatado de la presencia del hombre en el solarium, pero el tipo se había fijado en todos mis movimientos. Y, por lo tanto, me había visto el coño. Cuando comprendí eso me puse cachondísima y ya no podía pensar en nada más: si él me ha visto el coño, lo único que se terciaba es que yo viese su pene.
Santi (ese era su nombre) me contó que estaba en Burgos por trabajo, como yo, y que era de Madrid. También me contó que estaba en su tercer matrimonio, y que la segunda pareja era una hotwife que terminó liándose con uno de sus corneadores, por eso se conocía mis hábitos.
Como os podéis imaginar, tras la cena subimos juntos a mi habitación. Me pidió que me pusiera otra vez el vestido y los zapatos que llevé en el solarium. Me tuvo así, sin quitarme nada. Santi es un amante tranquilo y meticuloso. Cuando por fin me penetró, tras más de una hora de dedos y lengua, yo ya me había corrido tres veces.
Cuando el sol estaba asomando por la ventana, Santi se corrió en mi cogote con un grito ronco. Me besó en la frente y se marchó para su habitación. No me dejó ni su teléfono ni nada, solo su leche resbalándome por las clavículas.
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