2. ME HICIERON LA NELSON EN MI NOCHE DE SEGUNDAS NUPCIAS
Aunque cueste creerlo, no tardé mucho en emparejarme de nuevo tras el divorcio y sus líos. Mi amigo era atento y comprensivo y muy buen amante. Ya en la tercera cita, y tras comprobar la afinidad, le expuse que lo mío con el sexo liberal era una condición. Luis (ese es el nombre de mi marido actual) estuvo completamente de acuerdo, lo que me dejó muy tranquila. Él tenía algunas experiencias en clubes, se conocía el percal y no sentía celos de ninguna clase. Durante el noviazgo tuvimos algunas aventuras que os iré contando, y siempre le vi muy atento y muy comprensivo.
Nos casamos pocos meses más tarde. Tras la boda en el juzgado y un piscolabis en la pizzería del barrio con los más cercanos, nos fuimos para casa. Por el camino, animados por la copichuelas, decidimos celebrar nuestra noche de bodas con un invitado. Así que, nada más llegar, nos conectamos a nuestra página de sexo liberal preferida.
Empecé a chatear al lado de Luis a altas horas, y todo el mundo sabe que a estas horas la charla sube de tono muy deprisa. Tardamos poco en contactar con un chico que se apresuró en responder a nuestra demanda de noche de bodas. Creo que antes de preguntar mi nombre, el chico ya se estaba interesando por mi ropa e insistiendo por si me dejo abordar por el ano, como soslayando que estaba al lado de mi nuevo marido. No me molesta que las cosas vayan así: conozco perfectamente el juego.
No tardamos mucho en empezar a preguntarnos por posturas preferidas y formas de acabar un encuentro sexual. Mi marido, que iba leyendo el chat, empezó a masturbarse. Como era inevitable, el chico (Carlos) me contó lo mucho que le complace soltar su corrida en las mejillas, la nariz o los ojos de su compañera de juegos, algo que es muy habitual en esta página.
Sin embargo, de repente, me contó que su postura preferida es la “Nelson”. No se si quienes me leen conocerán esa postura, pero yo no la sabía y por lo tanto tuve que preguntarle.
“Una imagen vale más que mil palabras”, me dijo Carlos, y me mandó la foto sacada de alguna página porno. La verdad es que me chocó, pero acto seguido sentí que la postura tiene algo de humillante y a la vez de muy excitante. Así que, ya puesta en la tesitura de aquellas horas de la madrugada, le respondí algo así como “quiero que me hagan eso” sin pensármelo mucho.
Le invitamos a venir de inmediato a casa. No tardó ni media hora en llamar al timbre. Nuestra noche de bodas iba viento en popa. Y nunca mejor dicho lo de la "popa".
Carlos, bastante joven, iba al asunto con pocos prolegómenos: apareció desnudo en el quicio de la puerta, y ya erecto (con su ropa metida en una mochilita de estudiante). Se sentó en nuestro sofá y me pidió que me sentase encima de su pene, que ya estaba completamente dispuesto para el asunto. Yo pensé que quizás le gustaría recibir primero un rato de boca, pero él me indicó que no con vehemencia: quería empezar por la Nelson y sin demoras. Por lo visto, había quedado poco más tarde con su novia y necesitaba ahorrar tiempo. Decidí complacerle, ya que le veía muy ilusionado.
Con todo eso perdí de vista a mi marido. Se había ido a preparar la cámara y regresó con cámara y sin ropa
Yo me senté encima de Carlos y, en menos de diez segundos, ya me tenía en la posición de sus sueños: piernas arriba, agarrada con fuerza y determinación y las manos cruzadas por detrás de mi cogote. Solté mi primer gemido, medio de sorpresa y de placer. Carlos me mostró toda la energía de los jóvenes. Creo que tardé varios minutos en darme cuenta de que Luis nos estaba sacando fotos y eso debió de ser al final, cuando Carlos se estaba vaciando en mi ano. La Nelson es una postura que exige mucha concentración. Y más aún en plena noche de bodas, por más que tu marido te esté sacando fotos.
Debo decir, a favor de Carlos, que tras el evento estuvo cariñoso y atento, me acercó bebida y toallas para limpiarme y me preguntó, con mucha educación, si estaría dispuesta a repetir otro día, más adelante. Le pidió a mi marido una copia del video que había grabado y nos prometió que solo lo usaría para su disfrute.
Cuando Carlos se hubo marchado no podía dejar de pensar que me habían hecho una Nelson y que más de uno se iba a masturbar mientras me miraba, ya que estaba muy segura de que mi amante de la noche de bodas lo iba a compartir por algún lado.
Debo decir, a favor de Carlos, que tras el evento estuvo cariñoso y atento, me acercó bebida y toallas para limpiarme y me preguntó, con mucha educación, si estaría dispuesta a repetir otro día, más adelante. Le pidió a mi marido una copia del video que había grabado y nos prometió que solo lo usaría para su disfrute.
Cuando Carlos se hubo marchado no podía dejar de pensar que me habían hecho una Nelson y que más de uno se iba a masturbar mientras me miraba, ya que estaba muy segura de que mi amante de la noche de bodas lo iba a compartir por algún lado.


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