24 . EN AYUDA DE ANAMARÍA

Anamaría es una amiga que se está iniciando en el mundo liberal sin que su marido se entere. Creo que ese riesgo la excita un poco más, ya que fantasea a menudo con ser sorprendida algún día por su esposo y se imagina los castigos a los que él la someterá. Me parece que quiere reavivar el deseo de su marido, que está algo dormido últimamente. Sea como sea, Anamaría va teniendo citas en hoteles y cuando me lo cuenta suele maravillarse: "¡Siempre pagan ellos la factura!", me cuenta.

Siguiendo en su línea, Anamaría hace poco se atrevió a quedar con un tipo de hombre que todavía no había experimentado: el joven chulazo. Hasta este momento había quedado con "maduros discretos", que es tal como se suelen presentar los cincuentones casados.

Pero, tras haber concertado día y hora con un tal Alberto, se dio cuenta de que le daba algo de reparo, no vaya a ser que el chico vaya demasiado fuerte y me meta en líos. Por lo visto, Alberto se había presentado como un gran castigador, empotrador y no se cuantas cosas más. Así que, tras pensarlo un rato, decidió proponerme quedar las dos con Alberto. Acompañada me sentiré más segura, ya que con dos mujeres no será tan bruto como conmigo sola, me dijo ella. No es mala idea, le respondí yo. Entre mujeres tenemos que ser solidarias.

La verdad es que, a mi, esa situación me dio mucha curiosidad y pensé que sería interesante acompañarla, no solo para protegerla con mi presencia si no por mi propio interés. De modo que acepté la propuesta.

El día de la cita nos presentamos las dos en su apartamento, agarradas del brazo. El nos abrió con una sonrisa espléndida. La verdad es que Alberto era todo lo que prometía: se le veía a la legua que se trataba de un empotrador de primer nivel: nos abrió la puerta desnudo y meneándose el pene a modo de presentación. Y, la verdad, el pene era descomunal.

Anamaría se desnudó en un santiamén y se quedó con su medias, mientras que yo solo me quité los zapatos pero me dejé el vestido puesto. Mi amiga agradeció ese gesto con la mirada.

Tras un par de frases y tres copas de champán, Anamaría ya estaba tendida en la cama y babeando mientras Alberto le penetraba la boca con una energía superior a la esperada, rugiendo y dándole cachetes en los mofletes hinchados de mi amiga. Por un momento creí que la iba a asfixiar, así que decidí acercarme e interpretar mi papel: agarré el pene de Alberto y le acompañé en la penetración bucal para suavizar sus empujones y calmarle. Poco a poco, Alberto se moderó y fue algo más dulce. Anamaría me guiñó el ojo.

Y hablando de ojos: enseguida me di cuenta de que la mirada de Alberto se había puesto en mi, así que no me extrañó nada que enseguida soltase:

-Creo que Liz debería quitarse la ropa, no es justo que vaya tan vestida.

Anamaría frunció el ceñó por un instante. Sin embargo, hice lo que Alberto me pedía y me quedé en braguitas, tras lo cual seguí agarrando su pene y masturbándole en la boca de mi amiga. Tal como supuse, enseguida sentí la mano enorme de Alberto quitándome la única prenda que me quedaba puesta para dejar mi culo al descubierto. Lo contempló con deseo y sin ningún disimulo. Creo que Anamaría volvió a fruncir el ceño, pero estaba tan colorada y babeaba tanto que resultaba imposible comprender sus sentimientos.

Alberto no me dijo casi nada en todo el rato, salvo el momento en el que gritó que le ponía muy cachondo ver el anillo de casada en mi mano, la mano que le estaba acariciando el pene. 

Hice lo imposible para no convertirme en la protagonista de la velada. Y lo conseguí a duras penas, no sin antes dedicarle unos minutos de mi lengua a Alberto. Pero una amiga es una amiga, y es importante ser leal con las amigas.

Al finalizar el encuentro, hora y media más tarde, mientras yo me vestía y Anamaría intentaba intentaba reponerse del tremendo revolcón que le habían dado por todos sus orificios, me encontré con la tarjeta de visita de Alberto metida en mi zapato. Disimulé mi sorpresa ante ella y me la llevé puesta.

Llevo días pensando en llamarle, pero creo que también me sentiré mejor si voy acompañada a mi cita con el chulazo. En mi caso, iré acompañada de mi marido, aunque ya se que Luis se limitará a mirar y dejará que suceda lo que sea. 




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