28. EL VOYEUR ES MI MARIDO

Cuando era muy jovencita ya sabía que existían los "mirones", hombres que se esconden para observar a mujeres o parejas. Por entonces me daban un poco de grima.

Luego, con más de veinte, me encontré por primera vez en esta situación. Estaba en una playa con un amigo. Era una playa con rocas que permitían hallar escondrijos, y en uno de esos nos pusimos. Tras un buen rato tocándonos, y cuando me disponía a besar el pene de mi amigo, descubrí a un tipo oculto entre las rocas, a unos veinte metros. Me sorprendí y me quedé indecisa por un momento. Pero por una parte no me pareció un tipo peligroso y, por otro lado, el ansia de mi amigo era tan grande que no pude decepcionarle. Así que empecé a lamerle el miembro bajo la mirada atenta del hombre, que no perdió detalle. Una vez saciado mi amigo, levanté la mirada y vi que el mirón terminaba de masturbarse y después se largaba sin más. En este instante, una vez supe que el mirón no era un peligro, descubrí una reacción inesperada en mi: me dio morbo haber sido observada y haber provocado una masturbación en un hombre ajeno a la pareja.

No le conté el suceso a mi amigo. Tuve miedo de una reacción violenta por su parte, o quizás que me reprochase, justamente, ese morbo que me había entrado. Era un chico celoso, como pude comprobar poco más tarde y justo antes de dejar mi relación con él. 

Quien me iba a decir, entonces, lo que viviría una vez casada. Y lo mucho que me gusta.

Mi marido Luis y yo empezamos a buscar hombres para hacer tríos ya des del principio de nuestra relación. Al principio, y durante mucho tiempo, compartíamos la cama los tres. Aunque Luis siempre tuvo actitudes de voyeur: dejaba que el invitado empezase, o se ausentaba unos minutos de la alcoba y volvía luego para sentarse un rato en una butaca a contemplarnos... hasta que por fin se unía de nuevo al juego.

En los clubes a los que fuimos sucedía casi lo mismo, aunque Luis todavía se lo organizaba más para mirar como me entretenía con otros, ya que allí eso es muy fácil conseguirlo y yo jamás tuve reparos. Es más: viendo la expresión de placer en la cara de mi marido cuando un hombre me cabalgaba delante suyo, me di cuenta de que hacerle feliz me complacía a mi también, como os podéis imaginar. 

Cada vez más, mi marido contacta con hombres y me los trae a casa. A veces por sorpresa y a veces habiéndolo hablado conmigo. En algunas ocasiones me muestra las fotos de dos hombres en la pantalla y me pide que elija a uno. En otras, simplemente llego a casa y me encuentro a un chico sentado en el sofá esperándome, mientras Luis se prepara algo para tomar y se sienta en la butaca frente al sofá.

A partir de cierto momento, pues, esas situaciones se han convertido en una nueva sexualidad para ambos. Una sexualidad en la que él mira o saca fotos, yo me despacho a gusto con el invitado y luego, a veces, cuando miramos las fotos él se excita y entonces sí me penetra y ambos gozamos. Yo, por segunda vez. Y creo que él también. La verdad es que me encanta que mi marido sea así.

A veces pienso que yo lo disfruto más que él, pero puede que sea del revés.



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