4. UN HOMBRE CANOSO SE CORRE EN MI CARA

 


La noche del viernes parecía ser muy aburrida en el Club Libert. Éramos cuatro parejas, cada una en un rincón alejado de las demás. Quizás era demasiado pronto. Mi marido y yo analizamos la situación y nos dijimos que iba a ser una noche sin nada especial. De modo que nos pusimos a lo nuestro.

Sin embargo, al cabo de poco, llegó una nueva pareja que, inesperadamente, se tendió a menos de un metro de nosotros. Ella era una joven morena, mestiza y muy guapa. Él era un hombre maduro, por los cincuenta, canoso y muy atractivo. Y, además, disponía de un pene notable.

La pareja se tumbó y él la penetró sin preliminares, como a mi me gusta. Por eso me gustó. El hombre tenía un aguante envidiable. Durante el coito, él empezó a mirarme fijamente hasta el punto que fui yo quien se sintió penetrada (mi marido, distraído y ajeno a la situación, se limitaba a chuparme los pechos y masajearme el pubis).

El hombre canoso llegó por fin a su clímax tras mucho rato de embestir a la chica, sacó su pene de la vagina de su amante y se mostró decidido a correrse encima de su joven amiga. Ella, por el contrario, le expresó su negativa con la mirada. Como se puede entender, yo no me perdía detalle del asunto. Cuando llegó el momento de la eyaculación, la chica hizo un gesto más que obvio de apartarse y yo, sin saber porqué, me desplacé a un lado y le ofrecí mi cara. Jamás olvidaré la sonrisa de agradecimiento que me dedico el cincuentón canoso justo antes de correrse en tres largas lechadas sobre mi cuello, mis pechos y por fin en mi cara. Su salpicadura de esperma cruzó mi rostro desde la barbilla hasta la frente y terminó en el pelo, que me goteaba encima del ojo. Obviando a la joven, que nos miraba tanto o más perpleja que mi marido, le propiné a él una chupada profunda y le lamí hasta el escroto.

Luego el hombre canoso y su amiga empezaron a discutir, era evidente que ella le reprochaba el acto final de su encuentro.

Yo me levanté para ir al baño a limpiarme, pero antes de llegar al pasillo sentí como una mano me agarraba el antebrazo.

-Lo he visto y me has puesto a tope -me dijo un chico al que no había visto pero que me encantó enseguida.

Y, sin mediar palabra, puso una mano encima de mi cabeza y me empujó hasta dejarme arrodillada delante de su miembro erecto. Mientras me lo metía sin dilación, dejó caer un escupitajo en mi frente, algo que me excitó muchísimo. Tardé muy poco en correrse, y sumó su esperma al del maduro canoso.

Llegué por fin al aseo con dos grandes corridas en la cara. Una chica que estaba pintándose los labios me miró y con su mirada me dijo “mira que eres puta” o algo así.





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