9. A MI MARIDO LE GUSTA MIRAR


La relación con mi marido admite todo tipo de situaciones. Luis es tolerante y abierto, y por eso es mi marido. De no ser así, no habría celebrado unas segundas nupcias ni con él ni con nadie.

Aunque a veces me permito aventuras por mi cuenta, se las cuento más bien antes que después, y luego él elige si quiere estar presente o no. Nada me gusta tanto como invitar a mi marido cuando tengo una cita con un macho. Y lo hago no solo por mi (me gusta tener espectadores) si no también por él, ya que se que lo disfruta un montón. A Luis le encanta mirar y le regalo vistas que luego me agradece con besos, regalos y atenciones.

Quedé con Jota en su casa un viernes a las siete de la tarde y le advertí de que mi marido asistiría al evento. Jota no puso ninguna pega, como es natural: con tal de saber que me tendría dispuesta a su placer, lo demás le daba lo mismo. Así que ambos nos presentamos en casa de Jota a la hora convenida. Mi marido se sentó en una butaca nada más llegar y la orientó hacia el sofá en donde preveía que iban a suceder los hechos. No se equivocó.

Jota nos había atendido muy bien en la entrada, nos invitó a acomodarnos en el salón y luego desapareció por una puerta.  Encima de una mesilla había una botella de champán con tres copas. Un buen detalle por su parte. Pocos minutos más tarde apareció de nuevo, desnudo por completo y con el pene erecto de un modo que no pude prever, ya que normalmente la erección llega pasado un tiempo de juegos y toqueteos. Jota va al grano y la verdad es que se agradece. Creo que mi marido también se lo agradeció a su manera, ya que enseguida se bajó los pantalones hasta las rodillas y empezó a masturbarse con lentitud, precavido ante una tarde que se prometía larga.

Jota empezó por meter su pene en mi boca mientras me exigía que me desnudase, cosa que hice con ciertas dificultades por la situación pero al fin lo conseguí mientras miraba de reojo a mi marido, que estaba meneándosela con frenesí. Una vez me tuvo desnuda, Jota me dispuso a cuatro patas en el tresillo y me acometió con dureza, agarrándome por las caderas por lo general, aunque también azotaba mis nalgas o mi cogote, pellizcaba mis pezones o me tiraba del pelo hacia atrás. Luis no se perdía detalle alguno y no cesaba en sus manualidades.

De repente, Jota puso un pie encima de mi cabeza y empezó a subir el ritmo de sus embites. Yo solo tenía un ojo disponible, pero no me perdí el detalle: mi marido estaba excitado como nunca y se masturbaba enloquecido. El pie de Jota resbaló hacia un lado de mi cabeza y me ordenó que se lo chupase, cosa que hice sin dudar tras recibir un cachete sonoro y contundente en las nalgas. 

Después de un rato fabuloso (quizás más de media hora en mi vagina y otro tanto tiempo en mi ano) mi amante me volteó y se corrió en mi cuello y en mi barbilla. Luis, completamente fuera de sí, de corrió en la butaca y eso indignó a mi amante, que le dió un bofetón y le exigió que limpiase el estropicio.

Cuando nos fuimos de casa de Jota, minutos más tarde, Luis, una vez en el coche, me mostró la marca del bofetón en su mejilla. Estaba medio indignado y medio excitado. Yo le mostré mi culo enrojecido por todas partes por obra de los muchos cachetes recibidos, para demostrarle que no tenía motivos de queja. 

Una vez en casa, él volvió a masturbarse como un loco mientras contemplaba mi culo enrojecido mientras me duchaba. Al fin, le permití que se corriese en mis nalgas.




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