31. MAITE Y UN DESCONOCIDO

 

Maite ha pasado los cincuenta, pero se le debe reconocer que se conserva de maravilla y que es muy atractiva. No es nada raro que hombres mucho más jóvenes la miren con interés y sin disimulo. Se cuida, se viste con gracia y suele coquetear, cosa que su marido Santi sabe y consiente, orgulloso de tener a una mujer deseada.

A principios del verano, el marido tuvo unos días libres y se fueron a un balneario en la montaña. Por lo visto (por lo que me contó ella), nada más llegar Santi andaba muy caliente y se encamaron, y la tuvo un buen rato. Sin embargo, el marido terminó antes que ella y Maite se quedó con ganas. Entre eso y el ambiente relajado del balneario, y la gente paseándose cubierta solo con un albornoz, Maite se fue excitando.

A la mañana siguiente, Maite se levantó igual de excitada o quizás más. Santi le propuso instalarse en un rincón del jardín con mesas de bar para tomar el sol. Era un lugar discreto y algo apartado de la gran terraza, y casi oculto tras unos arbustos. Cuando llegaron no había nadie más. Aunque era media mañana, los dos decidieron que un día es un día, de modo que él se pidió un wisky y ella un gintonic.

Al cabo de un rato llegó un hombre solo, se sentó cerca de ellos y se pidió una botella de champán. Les lanzó una sonrisa y le explicó que estaba celebrando su divorcio. Y les invitó a compartir la botella. Santi le respondió que el wisky y el champán no casan bien, pero Maite aceptó. En este momento, Santi ya se dio cuenta de que saltaban chispas entre su mujer y el desconocido, pero no se alteró. Posiblemente le gustaba la situación. Maite le propuso al hombre que se sentara con ellos, de modo que ambos se acomodaron en un tresillo mientras que Santi se quedó solo en su butaca.

El pie del desconocido no tardó ni un minuto en tocar el de Maite. Siguieron con el champán. Luego le rozó la pierna y, aprovechando una situación divertida, pasó una mano tras su espalda y empezó a acariciarla, con la clara intención de descender hacia sus nalgas. Maite le facilitó el movimiento y se inclinó hacia adelante para ofrecerle mejoer el acceso. El hombre dejó su mano debajo ella y no tardó nada en mover sus dedos hábiles hacia la vagina. Santi estaba cada vez más atento y más curioso, y era obvio que deseaba ver la continuación.

Los gintonics, el champán, el calor ya la desnudez hicieron el resto. El desconocido y Maite se besaron, él le acarició los pechos y ella puso una mano encima de su bañador, a pocos milímetros del pene que se mostraba visiblemente erecto. Santi se relajó en su butaca, se puso cómodo y empezó a masturbarse sin quitarles ojo. A una señal del hombre, Maite se sentó encima de su regazo y antes de que pudiese suspirar sintió el pene de él deslizándose en su vagina. No en vano llevaba muchas horas caliente y húmeda. Estuvieron follando mucho rato, cuenta Maite encantada. Él la obligaba a llevar el ritmo con palmadas en las nalgas y en los pechos y ella estaba encantada de obedecer.

Cuando el desconocido hubo eyaculado en el muslo de Maite, los tres se dieron cuenta de que un camarero llevaba un buen rato a pocos metros, observándoles.

-¿Desean algo más? -les preguntó en tono muy profesional.

-Estamos servidos, gracias -le respondió ella.

Maite me contó su asunto y, cuando terminó, le pregunté dos cosas: la primera, dónde está este balneario. Y la segunda: ¿que es lo que más te excitó?

-Lo que más me excitó fue darme cuenta de que el camarero me había estado mirando -me dijo muy segura.


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