37. OBSESIÓN POR LA CARA


Luis y yo fuimos a un club de la costa e invitamos a Raúl y Sara, una pareja que se estaba iniciando en el mundo swinger y tenían ganas de probar. Era la primera vez que acudían a un club, ya que hasta entonces solo habían invitado a parejas en su casa. El día en que fuimos, sin saberlo, se celebraba allí la "fiesta del trío", y aunque por supuesto hubo de todo, se notaba que muchas personas iban pensando en eso.

Nada más llegar nos sentamos en las mesitas del salón de la entrada. Había otras parejas, todas mirando a las demás y haciendo planes. No tardamos ni cinco minutos cuando se nos acercó una de esas parejas. El hombre, muy lanzado, no se demoró en proponernos un juego: Luis y Raúl se podían ir con su esposa y él hacía el trío con nosotras dos. Nos miramos las caras y enseguida vi que todo el mundo estaba sorprendido por la propuesta, pero agradablemente sorprendido. A Luis se le pusieron los ojitos chispeantes mirando a la mujer, que se llama Laura. Así que todos contentos. El hombre, que se llama Andrés, propuso a continuación que nos fuéramos para zonas distintas del club para "sentirnos más libres", según dijo. También aceptamos.

A Sara y a mi nos metió en un pequeño reservado y nos tumbó en la cama. Andrés llevó la voz cantante todo el rato, muy seguro de sí mismo y de lo que le apetecía. Nos dejó medio desnudas y en poco ya me estaba penetrando mientras le exigía a Sara que le acariciase el escroto. Sara, en parte por novata y en parte por ingenua, le obedeció enseguida como una niña buena, de modo que Andrés comprendió que iba a hacer con ella lo que quisiera, y no tardó en empezar.

-Ya vale de toqueteos, le espetó, ahora chúpame los huevos.

Y Sara, obediente de nuevo, metió su cabeza como pudo para complacer a Andrés. Com él me seguía penetrando, pude sentir los lengüetazos de Sara, que se esforzaba de lo lindo. Para repartir el placer, nos intercambió pronto de postura, y estuvo alternándose así durante un buen rato. La segunda vez que penetró a Sara le lanzó un escupitajo en la cara. Ella se sorprendió, pero también se sorprendió agradablemente: "Eso no me lo habían hecho nunca", soltó. Creo que la frase le dio nuevas ideas a Andrés, como se vio poco después.

Descansamos un rato, él nos masturbó a las dos a la vez y luego, tras una breve penetración que me dedicó a mi, se arrodilló al lado de la cabeza de Sara y se preparó para soltarle su esperma. Al principio Sara parecía no comprender muy bien lo que sucedía, ya que intentó chuparle hasta que se dio cuenta de lo que iba a pasar. En efecto: Andrés le soltó un chorro de esperma tremendo, cuatro cinco veces.

-Llevaba muchos días reservándome, ya ves, lo siento, me he pasado.

La cara de mi amiga era un auténtico poema. Andrés fué cambiando de posición su pene para regarla por distintos ángulos, hasta dejarla salpicada por todas partes. Incluso a mi e llegaron unas gotas en el cuello.

Cuando Andrés su hubo marchado, Sara me preguntó. En verdad es ingenua y no sabía mucho de la obsesión por correrse en la cara. Todavía con todos los regueros bajando por su rostro, me preguntó si eso era habitual.

-Por supuesto, le dije: hay hombres que incluso es eso lo primero que te preguntan cuando te proponen una cita. A la primera de cambio te sueltan: ¿te dejas en la cara?

Sara, todavía algo perpleja, se limpió con la sábana y se quedó pensativa. Unas semanas después me llamó para contarme que se había quedado enganchada a esa práctica y que ya no contemplaba otra forma de terminar que no fuese en la cara. 

-Estuve con dos hace poco y les pedí que se reservaran unos días para darme bien. Fue genial. Dice mi marido que eso lo inventaron los romanos, y que ellos lo llamaban "irrumatio" o algo así. Eso me lo dijo mi marido, que sabe mucho pero todavía no me lo ha hecho.



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