42. BÉSAME EL CULO


A mi amiga Laura le entró el deseo de que su marido Sergio le besara el culo una vez por lo menos, para saber lo que es eso. Me dijo que incluso lo había soñado: una lengua calentita lamiéndole el ojete de madrugada. Debo contar que Sergio es un hombre muy fogoso, pero es muy clásico y no le van las prácticas que se salen de sus esquemas.

Tanto insistió Laura que al fin Sergio consintió, y una noche besó el culo de su esposa. Pero la experiencia duró apenas diez segundos, al cabo de los cuales él se retiró para penetrarla del modo que Sergio consideraba "lo más normal". Le soltó algo tan desafortunado como que "eso sabe a rayos".

Tras un rato hablando con Laura, le conté que en el ambiente swinger no le resultaría nada difícil encontrar a un hombre que cumpliera su sueño. Ella, tímida y comedida, que confesó que se sentía incapaz de buscar a un hombre con esos gustos por la web y me sugirió, tímidamente, si yo podía hacerle el favor de la búsqueda. Como os podéis imaginar, fue muy fácil dar con varios candidatos. Me encargué yo misma de elegir al más apto para la ocasión, ya que uno de ellos (un tal Hernán) me aseguró que solo se excita besando o bien los pies o bien el ano de sus parejas sexuales, y que no necesita penetrarlas luego para satisfacerse. Pensé que, sin duda, Hernán era el amante ideal para besar el culo de mi amiga Laura.

Tras comentarlo con Laura, citamos a Hernán en mi casa a primera hora de una tarde en la que mi marido no llegaba hasta las nueve de la noche. Laura me respondió con entusiasmo.

Llegó la cita y pudimos comprobar que Hernán no nos había engañado en absoluto. Tras una cerveza rápida se desnudó y se dispuso a cuatro patas. Laura se quitó la ropa de cintura para abajo y le plantó el culo en la cara, al tiempo que me pedía que sacase fotos del evento y empezaba a gemir de un modo envidiable. La escena se prolongaba: Hernán parecía no tener ninguna prisa, Laura lo gozaba y yo empecé a excitarme tras tanto rato de jadeos. Vi que el pene de Hernán crecía y crecía (¡y sin tocarse!) y entonces me di cuenta de que el chico, efectivamente, era sobradamente capaz de correrse sin ni tan siquiera tocar a Laura con otra cosa que no fuera su lengua en el culo. 

Casi sin darme cuenta me fui desnudando poco a poco. En un descanso de Hernán para tomar aire, me fijé en que estaba mirando fijamente a mi culo, ya desprovisto de ropa por completo. Yo me hice la sueca y seguí sacando fotos al tiempo que empezaba a planear mi próxima cita con Hernán a solas. Una debe ser amiga de sus amigas, y no hubiera estado nada bien que hiciese lo que estaba pensando hacer.

Lo hice tres días más tarde. Tres días después, Hernán soltó sus chorros de esperma en el suelo de mi salón mientras me hacía lo que más le gusta. 

Postdata: Eso último no se lo conté a Laura. 



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