43. NO SABÍA QUE TU MARIDO LA TUVIERA TAN GRANDE

Eso mismo es lo que le dije a mi amiga Marga: "No sabía que tu marido la tuviera tan grande". Pero antes de llegar a este momento, debo contar lo que sucedió antes para que se comprenda un poco mejor.

Marga y Salva llevaban un tiempo de crisis, creo yo, durante el que se habían enfriado sus relaciones, y ambos buscaban como salir de esa situación. Posiblemente ella le ponía más imaginación para resolver el problema y, por lo visto, un día se le ocurrió a Marga hacerle una propuesta atrevida a su marido. Por lo visto, (y de eso también me enteré en aquel momento) a ella siempre le había dado curiosidad morbosa por ver como lo hacía Salva con otra mujer. Hay que contarlo: Marga y Salva se casaron hace cinco años, y ambos habían tenido varias parejas anteriores. Ella le preguntaba como se comportaba Salva en la cama con las anteriores y él cortaba el asunto de raíz, como suelen hacer los hombres. Le soltaba que "eso es agua pasada" y cosas así. De modo que a ella siempre le quedaba la duda, que con el tiempo se transformó en necesidad de saber.

Marga sabía de mis aventuras swinger y debió pensar que estaría bien consultarme, así que me soltó a bocajarro: oye, ¿tu te atreverías a liarte con mi marido mientras os miro? Me quedé perpleja. No solo por la idea de enrollarme con el marido de una amiga si no porqué Salva y yo jamás nos habíamos llevado bien. Entre él y yo no ha habido mucho feeling que digamos, no me gusta su sentido del humor ni su forma de vestir, demasiado convencional (incluso rancia) para mi gusto, ya sabéis: pantalones beige de pinzas y camisa azul marino metida por dentro. 

Aún así, le dije a Marga que lo podía probar. "Las amigas estamos para lo bueno y para lo malo", le solté, y ella se quedó pensativa.

Cuando llegó el día (una tarde de miércoles) y mientras iba hacia su casa, me imaginé un polvo más o menos convencional y aburrido, durante el cual lo único reseñable iba a ser ver la cara de mi amiga mientras nos miraba.

Salva y Marga lo tenían todo muy bien preparado: la cama recién hecha, una butaca al lado, el incienso quemando, unas copas, la luz tenue... y ellos dos medio desnudos. Marga se sentó en la butaca y Salva se tumbó en la cama, con camiseta y unos shorts negros bajo los cuales se intuía una erección. Yo me puse al lado de él, me quedé con las medias y un top rojo. Marga se abrió de piernas y antes de que Salva y yo empezásemos ya se estaba masturbando, cosa que me excitó. 

Debo contar que me costó bastante empezar los toqueteos con Salva, ya que yo seguía sintiendo por él esa atracción de siempre. No soportaba sentir su manos ni su boca, así que hice lo más sensato: le quité los shorts y me planté su pene en la boca. Me quedé azorada y fue en ese momento en el que le dije a mi amiga: "No sabía que tu marido la tuviera tan grande". Esa es la verdad: el pene de Salva es majestuoso. Quizás no muy largo pero sí muy gordo, de esos que te cuestan en la boca y que deseas que se vayan ya para la vagina. Aún así, (seguro que para fastidiarme) Salva me retuvo con el pene en mi boca todo lo que pudo. Por fin me pidió que me sentara encima de él, y yo por supuesto lo hice dándole la espalda. Sin saber que esa era su postura preferida, para más fastidio mío. Marga se masturbaba y chillaba y yo, la verdad, disfruté del enorme pene dentro de mi.

Un rato más tarde, quizás hora y media, la cosa terminó. Salva decidió agradecerle el gesto a su mujer y se levantó para correrse en sus muslos. Luego se fue a la ducha. Fue entonces cuando Marga me contó porqué me había elegido a mi:

-No quiero que Salva se encoñe de otra, ya que se enamora enseguida, y se me ocurrió pedírtelo a ti porque se que nos os caéis bien.

-Bueno, ahora me cae un poco mejor que antes, la verdad.




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