47. EL PLACER DEL CORNUDO (2)



Me cuenta un cornudo:

-Gracias a la experiencia cuckold, lo que aquí llamamos "cornudo", descubrí que mi esposa Maite era mucho más fogosa de lo que yo sabía. Aunque Maite siempre ha sido atrevida y valiente en el sexo, fue como si descubriese a otra mujer: es mucho más osada, lanzada, morbosa. Mucho más sexual.

Y sigue:

-La primera vez que descubrí a esa nueva mujer que tenía ante mi fue la vez en la que decidimos subir un peldaño en nuestras experiencias de hotwife/cornudo y nos pusimos a buscar a un corneador "especial", que debía ser un chico negro especialmente bien dotado y, sobre todo, muy contrastado. En la página web nos encontramos con varios, así que seleccionamos a nuestro futuro invitado en función de las referencias que nos dieron las mujeres que habían estado con él. Fue bastante sencillo ir deduciendo quienes habían sido sus compañeras, ya que algunas le dejaban comentarios al pie de sus fotos. Preguntamos a cuatro de ellas y fueron unánimes en su veredicto: Petrus es magistral, jamás olvidaré esa tarde, me dio tres horas de placer ininterrumpido, tuve cuatro orgasmos en una noche, el hombre más recomendable que he podido gozar... esos fueron algunos de los comentarios que recibimos. En un caso en concreto, la mujer nos contó que había repetido en tres ocasiones y que cada una de ellas fue mejor que la anterior. En la última, nos decía, ella llegó al desmayo por unos instantes.

-Cuando Petrus llegó a casa, y mientras yo me iba a la cocina a buscar unas bebidas, él se desnudó por completo y se tumbó en el sofá, o bien le tumbó en el mi Maite. Cuando regresé con los tres gintonics, no pude apartar la vista de su pene, que crecía a toda prisa y parecía no tener fin en su crecimiento. Su glande se hinchaba como un globo. Maite tampoco podía apartar la mirada de ese punto de su cuerpo mientras le acariciaba los testículos y le mordía un pezón, grande como una avellana. En un momento dado, Maite se levantó de su regazo para ir al baño, y al pasar junto a mi me susurró que ese hombre podría pedirle lo que quisiera menos el ano, ya que se veía incapaz de asimilar ese pene descomunal. Sin embargo, un rato más tarde, fue ella quien le pidió, a gritos, que le diese una penetración anal.

Por lo visto, y según me cuenta el cornudito, Petrus levantó a Maite en volandas y se la llevó a la alcoba. El marido cornudo se quedó en en salón, con su gintonic en una mano y el pene en la otra. Durante dos horas estuvo escuchando los gemidos, los aullidos, los jadeos, los gritos de su mujer. El cornudo pasó esas dos horas deduciendo lo que estaría pasando en la cama y creyó saber cuando Maite le daba placer con la boca, con la vagina o con el ano, tal como hemos contado. "Aunque yo diría que quien sacó más placer de aquel encuentro fue justamente Maite", me cuenta el cornudo, no sin un atisbo de envidia en su mueca.

Al cabo de las dos horas, Petrus apareció de nuevo en el salón, otra vez llevando a Maite en volandas. Ella estaba tan satisfecha y saciada como exhausta, con una sonrisa en el rostro como jamás se la había visto.

En este momento, el marido cornudo comprendió algo que no se le borrará jamás de la mente: si quiere ver a su esposa Maite así (y eso es lo que quiere) no le queda otra que seguir entregándola a sus amantes.

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