48. AQUÍ TE PILLO...

Me gustan las citas concertadas con machos corneadores, por supuesto, pero no le hago un feo a las oportunidades que surgen cuando menos te las esperas. 

El pasado fin de semana me fui con mi marido a la playa, y nos fuimos a una playa cerca del aeropuerto. Plantamos nuestra sombrilla, tendimos el pareo y nos dispusimos a una mañana de relax y lectura. No habíamos estado nunca en esta playa y enseguida nos dimos cuenta de que había mucho nudismo. A nuestro lado había una pareja completamente desnuda, de unos cincuenta años. Él lucía un pene importante y medio erecto que ya me puso medio cachonda, ya que no me sacaba el ojo de encima y mi marido parecía no darse cuenta. Por la orilla caminaban hombres solos, desnudos, arriba y abajo. Muchos andaban semierectos y mirando hacia las mujeres yacentes.

Al poco de estar allí, una pareja de treintañeros se tumbó apenas a tres metros de nosotros, se desnudaron por completo y ella le propinó una felación de oficio al chico, tras la cual ambos se dispusieron a dormir tan panchos.

No tardaron nada en aparecer los mirones de costumbre, una legión de hombres solos, a una decena de metros detrás de los playeros. Les miré de soslayo, sin mucho interés, dispuesta ver a los sesentones de costumbre, tan tímidos como viciosos y aburridos.

Sin embargo, algo llamó mi atención. Entre las decenas de hombres gordinflones había un chavalote mulato que me sacó del aburrimiento. Estaba tumbado y se masturbaba. Su pene era algo superlativo: gordo más que largo, cierto, pero de una anchura digna de ser reseñada. Cuando el chico descubrió mi mirada empezó a agitarse con más ahínco y me sonrió. Le devolví la sonrisa al tiempo en que dejé mis pechos al descubierto y se los mostré con un contorneo de torso que los hizo bailar: tengo los pechos de talla grande y se que este es uno de mis puntos fuertes. El chavalote incrementó todavía más su ritmo, de modo que su pene adquirió un tamaño mayor. 

Me giré hacia mi marido: Luis estaba casi dormido con su libro sesudo sostenido encima de su barriga. Le dije algo como: vuelvo enseguida, cariño, voy a darme un baño. A lo que él respondió, ya casi entre sueños: "como quieras, cariño".

Me senté al lado del mulato y de espaldas a él, no sin antes quedarme desnuda por completo. El chico me dió diez minutos de gloria. Luego me sumergí un rato en las aguas para limpiarme del esperma que el chaval me había regalado en el cogote y las mejillas y por fin regresé al lado de Luis, que seguía dormitando con su libro.




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