65. EL POLVO INESPERADO DE MAITE

Casi todas hemos vivido un polvo inesperado en algún momento. Uno por lo menos. No hablo de los coitos forzados o no consentidos, ya que esos no son polvos y no nos interesan. Me refiero a cuando una no se lo esperaba pero termina follando con un desconocido y lo hace con placer y como una opción deseada.

Maite se fue a la piscina pública sola un viernes de julio por la tarde, ya que su marido le dijo que tardaría en regresar del trabajo y el calor era insoportable. 

Cuando llegó a la piscina, el vigilante de la entrada le contó que esa tarde iba a llover con intensidad y que le recomendaba volverse para su casa. Pero Maite ya había pagado la entrada y decidió quedarse de todos modos. Se tumbó en el césped y se dio un baño. Mientras se bañaba vio al vigilante a lo lejos y pensó que era un hombre algo primitivo y atractivo a la vez, pero no le dio mayor importancia.

Pocos minutos más tarde se puso a llover a cántaros, era una tormenta impresionante. La gente salía zumbando hacia los porches, recogían a los niños a gritos y se armó un revuelo considerable. Los truenos y los rayos no cesaban.

Maite esperó a que se calmase todo y luego se fue para el vestuario, cuando ya casi no quedaba nadie. Se quitó el bañador y se puso el vestidito floreado sin ropa interior: total -pensó- con esta lluvia se mojaría todo y no vale la pena. Cuando iba a cruzar la puerta en dirección a la parada del autobús, el vigilante la agarró del brazo y la invitó a refugiarse en su chiringuito:

-No se puede ir usted así, con ese temporal. Quédese aquí un rato y si acaso luego la acerco a su casa en mi coche.

Maite volvió a mirar al hombre. Le dijo que se llamaba Sebas. Se dio cuenta enseguida de que a él estaba algo excitado, cosa que a Maite también le emocionó.

En el puesto del vigilante el espacio era exiguo y resultaba inevitable estar muy cerca el uno del otro. El ruido de la lluvia era atronador y apenas podían escucharse, una situación que les hizo reírse. Maite percibió enseguida la mirada de Sebas, que se había dado cuenta de que ella iba sin ropa interior. Empezaron a hablar de sus cosas y descubrieron que tenían puntos en común. Él le mostró una pequeña nevera con latas de cerveza y abrieron la primera. La lluvia arreciaba. Cuando Maite empezó a calibrar la idea de tener una aventura con el vigilante, sintió los labios de él pegados a su cuello y el aliento en el cogote. También descubrió que, al agacharse para coger una cerveza, se le había salido un pecho. pero no lo cubrió y lo dejó al descubierto sin pensar, instintivamente: sabía que ambos lo deseaban y era mejor precipitar los hechos. Cuando Sebas le acarició el pezón al descubierto, Maite le tocó el pene por encima del pantalón como en un descuido y lo sintió duro y palpitando. En una estancia contigua, los monitores de la piscina charlaban en su salita. La proximidad de esos tres hombres la excitó más, y sintió el deseo incontenible de ser penetrada por el desconocido.

Maite se sentó en el taburete y abrió las piernas suavemente, invitando a Sebas. Pero él se situó a su espalda y la abrazó por detrás. Ella sintió como el pene de Sebas, ya fuera del pantalón, golpeaba sus nalgas. Sin pensarlo, de nuevo, metió la mano en su bolso y sacó el aceite de aloe vera que llevaba para protegerse del sol. Sebas comprendió a la primera, le agarró la botellita y se echó un chorro en la mano, luego otro en el pene. Maite levantó un poco el culo para facilitarle la operación. 

Sintió como el miembro gordo y duro de Sebas iba entrando en su ano previa lubricación. Maite se agarró en donde pudo y se preparó para disfrutar. El hombre sabía muy bien como se hace, y la tuvo quizás veinte minutos penetrada, subiendo y bajando el ritmo. Cuando ella intuyó que Sebas llegaba al orgasmo, se levantó un poco el vestido indicándole que quería sentir la eyaculación en la espalda, algo que le encantaba.

-Tengo que irme, dijo Sebas: ya hace un rato que terminé mi turno y mi mujer me espera.

Cuando salían, los tres monitores estaban en la entrada. Les miraron con una sonrisa. Maite pudo escuchar como uno de ellos le soltaba:

-Jolines, Sebas. Otra.

Ella se dio la vuelta, puso su mejor sonrisa y le respondió al chico:

-Sebas es muy buen amante.

 Más tarde Sebas llevó a Maite hasta su casa en el coche. Se despidieron con un beso en la mejilla.

Unos días más tarde Maite volvió a la piscina y esperó hasta la hora de cerrar. Se demoró cuanto pudo en cambiarse para ser una de las últimas en marcharse. Pero cuando se acercó a la caseta de Sebas le descubrió besando a una chica de no más de 25 que ya llevaba los pechos al aire y las braguitas en las rodillas. Aquella tarde el marido de Maite tuvo que emplearse a fondo, ya que su mujer le exigía más y más.






Comentarios

Entradas populares de este blog

160. CITA SECRETA CON MI EMPOTRADOR

159. NO SIN MI MARIDO

3. UNA SORPRESA PARA MI MARIDO