77. DESVIRGAR EL CULO DE CATI
Cati se encaprichó de José Luis poco después de conocerle y de pasar unos pocos fines de semana juntos. Él es unos diez años mayor que ella y está divorciado de su primera pareja. Ella decidió enseguida que ese era el hombre de su vida.
No es de extrañar, por lo tanto, que tras un par de años de salir (ella era la que siempre pedía más), Cati le empezó a habar de matrimonio o, por lo menos, vivir juntos. José Luis siempre le daba largas hasta que ella le dio el ultimátum: o hacemos algo o nuestra relación terminará -le dijo. Le salió mal la estrategia: José Luis le respondió que no se sentía preparado para dar este paso y cuando la conversación fue avanzando, terminó por recriminarle que, sexualmente, no se sentía satisfecho.
-¿En qué no te doy satisfacción? He aceptado el sexo oral, y respeto todas tus exigencias...
-Menos una -le precisó él.
-Ya lo se, cariño, pero es que lo del anal no me gusta nada. La vez que lo intenté me dolió un montón y no quiero...
Poco más tarde José Luis le confirmó que su relación había terminado. Cati pasó un montón de días muy malos, se sintió despreciada injustamente. Estaba dolida y molesta. El día en que me llamó, le sugerí que se buscara a un amante cuanto antes mejor: un clavo saca otro clavo -le dije, y así verás que José Luis no es el único hombre en la Tierra.
Cati llevaba tanto tiempo con José Luis que no sabía por donde empezar. Hasta que una noche decidió irse a bailar a la discoteca que le recomendé, pero sin contarle que era un punto de encuentro para personas de sexo liberal.
Y allí sucedió el cambio: pasada la medianoche, Cati conoció a Keitou, un chico de Senegal alto y guapo que supo seducirla en muy poco rato. Ella se lo llevó a casa y lo tuvo durante dos días con las pausas justas: beber agua, cafés y zumos y pedir pizzas o kebabs por teléfono. Keitou era un hombre experimentado y habilidoso, y en algún momento de mucha pasión, sin avisar o quizás por descuido, la penetró por el ano.
Aunque ella lanzó un aullido de buenas a primeras, enseguida empezó a sentir un placer enorme y se encabritó dando saltos encima del amante con tanto ímpetu que el hombre incluso se sorprendió del efecto. A partir de aquel instante, el resto de los coitos del fin de semana de Cati fueron todos anales y ella descubrió que podía sentir orgasmos profundos y duraderos con el pene de Keitou metido hasta el fondo de ese ojete hasta entonces descartado para el sexo.
Cati pasó algunos fines de semana más con su amigo senegalés, aún sabiendo que esa relación no podía durar mucho porque Keitou tenía decenas de amigas en todas partes. Cuando supo que ya no volvería a verle, pensó de nuevo en José Luis ya que, aunque continuaba dolida con él, en alguna parte de su corazón todavía sentía que era el hombre de su vida.
Hasta que ella decidió llamarle para decírselo:
-Cariño... tengo que decirte que estoy completamente dispuesta al sexo anal. Cuando quieras nos vemos y hablamos.
José Luis le pidió una cita enseguida. Y tras comprobar que el cambio de Cati era verdadero, retomaron su relación y poco más tarde empezaron a convivir.
Ahora Keitou penetra el ano de Cati los miércoles de cinco a siete y José Luis, si lo quiere, el resto del tiempo.
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