79. MÓNICA, SWINGER SIN QUERERLO
A sus 52 años, mi amiga Mónica está de muy buen ver y es habitual que chicos más jóvenes se interesen por ella. Es menuda, delgadita y muy cachonda, tres factores que atraen a muchos. Aunque tiene éxito entre los hombres, nada comparado con el que tuvo a principios de verano, en un chiringuito de playa. A ella la había citado allí un hombre conocido por las redes que no se presentó y la dejó plantada. Tras tomarse dos cervezas, se fijó en otro chico solitario sentado un par de mesitas más allá.
Era un treintañero rubio y muy atractivo, fornido. Se miraron un par de veces y a la tercera ya decidieron sentarse juntos. Se tomaron dos cañas en el chiringuito entre risas y miradas, y luego un Martini en casa de Mónica. Ella se fue a la cocina a preparar las bebidas y regresó al salón desnuda, pero fue ella quien se llevó la sorpresa: el chico estaba no solo desnudo, si no también muy dispuesto. Así descubrió que estaba muy bien dotado. Mónica dejó las copas en la mesita y se abalanzó con la boca abierta encima de ese pene majestuoso que se le ofrecía.
Acertó en esa elección: al chico le gustaba el sexo oral por encima de otras opciones, aunque Mónica pudo disfrutarle en otras muchas posibilidades. Tras varias horas en el sofá y luego en la cama, por el fin él le dijo su nombre: Gustavo. Gus para las amigas.
Mónica y Gustavo estuvieron tres días encamados, durante los cuales disfrutaron de todas sus fantasías. ¿De todas? No: a Mónica se le ocurrió proponerle algo en el tercer día.
-¿Sabes algo que deseo hacer contigo? -le soltó- Irnos a follar al aire libre. En una calita, a poder ser.
-A mi eso me da mucho corte... -murmuró él.
-Conozco una playa nudista muy resguardada...
Al fin Gus se convenció, cogieron el coche y se plantaron en la cala que conocía Mónica. Nada más llegar, ella decidió ayudar a Gus a vencer sus prevenciones: le sentó en una roca, le despojó del bañador y empezó con una felación lenta y meticulosa. El chico se fue animando poco a poco: Mónica sentía como aquel miembro iba creciendo en su boca hasta que, de repente, se puso durísimo. Mónica levantó la mirada y descubrió que una chica joven y guapísima estaba besando a Gus en la boca mientras ella se esforzaba en darle placer. La chica llevaba los pechos al descubierto de un bañador rojo y Gus le acariciaba las nalgas con deseo.
Como era de suponer, Gus y la chica se pusieron a fornicar como locos a medio metro de ella. Mónica, algo perpleja pero muy excitada, decidió masturbarse mientras los miraba y, casi sin darse cuenta, se encontró penetrada por un nuevo joven que era el novio de la chica que le había arrebatado a Gus.
El nuevo chico no tendría más de 25, y disponía de un vigor exacerbado.
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