81. CADENA DE FAVORES ANALES


Voy a contar una historia que trata de mi amiga Lina pero que, al final, me pone a mi de protagonista por un rocambolesco giro del destino.

Lina tiene un vecino joven, alto y guapo que lleva poco tiempo en su escalera. Vive con su mujer, una chica tan atractiva como él. Aunque Lina ya percibió, en el primer momento que la esposa del joven es una mujer algo estirada y recatada. Algunos sábados por la noche, Lina escucha como la pareja retoza en la cama a través de la pared. Lina se sorprende de los breves que son los encuentros sexuales de su esposa, y lo que más le llama la atención es que solo se escuchan los gemidos de él. Ella debe suspirar muy flojito, piensa Lina.

Una tarde, Lina escuchó un ajetreo inesperado en el piso de al lado y enseguida comprendió lo que estaba pasando: al otro lado de la pared había un coito salvaje. Esa vez eran los dos quienes jadeaban -e incluso gritaban de placer. Lina hizo algo inédito en ella: observó por la mirilla hasta que alguien salió del piso de enfrente y así descubrió que el joven había estado con una chica que, sin duda, no era su mujer. Para su sorpresa, la chica afortunada era más bien bajita y gordita, que es el mismo tipo de Lina. Ese dato hizo que empezase a barruntar un plan.

Se insinuó al joven un par de veces en el ascensor: en la primera, vestida con una faldita muy corta, se agachó para recoger las llaves que había soltado a propósito y consiguió rozar las caderas contra el chico. En la segunda se las ingenió para se se saliese un pecho de la blusa. Pero por desgracia, aunque el joven la miró con deseo, no tuvo ninguna propuesta. Lina pasó al plan B. En el tercer encuentro, Lina le contó sin tapujos que sabía lo de su amiguita y que, a cambio de su silencio, le exigía una sesión de placer.

-Estaré encantado de comprar tu silencio, vecina. No me gustaría ver los celos de mi mujer.
-Los martes tengo la tarde libre des de las tres, y mi marido no llega hasta las ocho.

Y así, con sea breve conversación, Lina consiguió su objetivo. 

Llegó el martes: el joven llamó a la puerta de Lina justo a las tres y cinco minutos. Se fueron directos a la cama y, una vez allí, el chico le contó lo que deseaba de ella: tengo muchas ganas de lamerte el ano, dijo sin vergüenza alguna. Lina no le respondió: se puso en posición de recibir su lamida y poco después experimentó el primer orgasmo de la tarde. Debía de gustarle mucho esa práctica al joven, ya que estuvo más de una hora, solo interrumpida de vez en cuando por breves penetraciones en un ano que, obviamente se encontraba dilatado y lubricado de sobras.

Cuando terminaron, y mientras se despedían en la puerta, el chico le dio la sorpresa a Lina:
-Que sepas que mientras estaba detrás tuyo te he sacado algunas fotos. Supongo que tu marido tampoco querrá verlas.

(Aquí tengo que añadir algo: el marido de Lina, Gustavo, es un hombre super atractivo y, por lo que ella cuenta, muy bien dotado).

-Supongo que ahora seré yo quien deberá comprar tu silencio... -murmuró Lina.
-Claro. Que sepas que a mi también me gusta que me laman el ano, pero el máximo placer lo tengo cuando estoy con dos mujeres: una en mi ano y la otra en mi pene. Así que ya lo sabes: te doy una semana para que encuentres a una amiga. Yo también se que eres swinger, así que no tendrás muchas dificultades.

Así fue como Lina acudió a mi, y me llamó para pedirme ayuda. Una vez supe toda la historia me ofrecí a ayudarla, a la vez que se me ocurrió una idea, que de momento no le conté.

Nos vimos los tres en casa del vecino pocos días más tarde. Él estaba radiante y encantado. Pude comprobar que el chico era tal como ella me contó, de modo que no me importó nada colaborar.

Cuando terminó la fiesta (el chico tuvo tres orgasmos en dos horas), me quedé a solas con Lina y entonces le conté mi plan:
-Bueno, Lina, ahora eres tu quien me debe un favor.

Mi propuesta era muy previsible. Le pedí una tarde con Gustavo. Por tal como se comportó Gustavo conmigo la tarde en que vino a saldar la deuda, yo diría que no puso muchos reparos.



 

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