92. FAVOR CON FAVOR SE PAGA

Araceli iba en su coche algo viejecito hacia una entrevista de trabajo cuando algo falló en el motor y se quedó tirada en la carretera secundaria que, bajando des de su pueblo, llegaba hasta la ciudad donde tenía la cita. Es una carretera poco transitada. Llamó a la aseguradora y le dijeron que enseguida le mandaban la grua, pero que podía tardar una hora, quizás dos. De ser así, Araceli se quedaba sin posibilidades de entrevista y, por consiguiente, sin trabajo. La cosa estaba mal: su marido en el paro y ella colgada en la carretera.

Así que, en cuanto vio que se acercaba una furgoneta, no dudó en pararse en medio de la carretera y detenerla. En ella iba un hombretón grandote y sonriente, de nombre Hernán, que se le ofreció enseguida para llevarla hasta la ciudad. Durante el trayecto intercambiaron sus problemas. Él, muy parlanchín y dicharachero, le contó que bajaba a la ciudad para verse con la novia que se había echado recientemente. La dejó en la puerta de la oficina en donde Araceli tenía la entrevista y se intercambiaron los teléfonos.

-Si la entrevista te sale bien y te dan el trabajo, recuerda que me debes un favor -le dijo él.

Y la verdad es que Araceli consiguió su trabajo, de modo que unos días más tarde llamó a Hernán para contarle la buena noticia.

-Te debo un favor, así que ya lo sabes.

Hernán le contó que el favor que le pedía era un poco especial, y que lo mejor sería hablarlo en directo. Se citaron en un bar de la ciudad al terminar el trabajo de Araceli. Ella estaba segura de que Hernán era un salido y que le exigiría sexo, de modo que se presentó a la cita más bien reservada, y con argumentos para contarle que su favor no le daba permiso para pedirle sexo.

Y aunque Araceli no iba muy desencaminada en sus sospechas, no se esperaba lo que le contó Hernán.

-Araceli, la novia a la que iba a visitar el otro día me ha dejado. La conocí en una web de gente liberal y estuve con ella en algunos clubes de ese mismo ambiente, pero justamente ese día me dijo que no soy lo bastante guapo para ella y que conmigo no conseguirá lo que pretende, que no tengo ni idea de lo que es.

-Entonces... -murmuró Araceli- ¿Cuál es el favor que me pides? Yo tampoco comprendo lo que pretendes...

-Es muy sencillo y te lo contaré sin tapujos. Es cierto que no soy nada guapo. Soy más bien feo. Mi único valor en el mundillo swinger es que... tengo un pene muy grande. Este pene me permitirá grandes ocasiones en el ambiente swinger, pero si no puedo exhibirlo no me sirve de nada.

-¿Qué me estás pidiendo? -le espetó Araceli- ¿Que te acompañe a uno de esos clubes para que muestres tu pene?

-¡No! Eres una mujer casada y ya se que eso no te lo puedo pedir. Solo te pido que te saques unas fotos conmigo para que yo las pueda colgar en la web swinger. Eso me facilitaría mucho las cosas en el futuro. En esas fotos se tiene que ver mi pene junto a una mujer guapa como tu, con eso me basta. Solo son unas fotos.

Araceli dudó unos instantes y luego decidió que Hernán era un buen hombre y que, por supuesto, estaba en deuda con él. Aceptó.

Se citaron en casa de Hernán al cabo de un par de días. Él lo llevaba todo muy pensado, así que la sesión de fotos fue breve y sencilla. Hernán le pidió a Araceli que se mostrase algo desnuda y con su pene cerca del rostro:

-Unas fotos así me granjearán muchos likes y habrá mujeres que querrán estar conmigo. Si cuelgo fotos de mi pene a solas no tengo ningún futuro. Pero a tu lado será un exitazo.

Araceli dejó sus pechos al descubierto mientras Hernán se desnudaba. Cuando vio las dimensiones del pene de Hernán comprendió que el hombre no le había mentido: el tipo disponía de un miembro descomunal. Incluso en estado de reposo.

Durante la sesión de fotos fue inevitable que Araceli tocara el pene de Hernán aunque solo fuese para situarlo bien en la imagen, de modo que el hombre se fue excitando incluso sin querer.

-Si quieres me lo acercas a la boca y yo hago como te lo voy a lamer -le soltó Araceli sin pensar muy bien lo que estaba proponiendo.

Hernán aceptó la sugerencia encantado. Araceli sacó la lengua y Hernán acercó su glande. Sea por lo que fuese, la lengua y el glande terminaron por encontrarse. Araceli, tomada por un resorte instintivo y sin meditar, se metió el glande en la boca y luego se tragó toda la verga hasta que sintió como le golpeaba en la glotis y se le saltaban las lágrimas. Y mientras tanto se masturbó para prepararse la vagina ante lo que la esperaba. 

Favor con favor se paga, se dijo Araceli a sí misma mientras sentía como Hernán le agarraba las caderas.


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