96. LA BODA SWINGER DE SONIA Y MANUEL

Sonia y Manuel se divorciaron de sus respectivas parejas en el 2018, y coincidieron en un club liberal de Barcelona en 2019, más o menos. Allí tuvieron su primer encuentro. Tras algunos meses flirteando, empezaron a salir juntos. Siempre terminaban sus citas en los clubes liberales. Aunque luego se iban a casa de Manuel.

En 2020 se tomaron en serio la relación y en 2022 decidieron casarse. Para que luego digan que en el ambiente liberal solo hay divorcios.

Organizaron su boda en un pueblo de la costa y montaron la fiesta en un hotelito rural, que habían alquilado en exclusiva. Invitaron a las parejas swingers amigas que les habían acompañado durante esos últimos años. Mandaron invitaciones y en ellas especificaron que se trataba de una fiesta swinger, para evitar malentendidos. Eso estuvo muy bien.

Maite y yo nos apuntamos a la fiesta sin meditarlo. Nos presentamos directamente en el hotelito rural (prescindimos de la ceremonia tediosa) y allí nos encontramos con muchas parejas conocidas. Llegamos un poco antes del inicio de la fiesta, cuando todo el mundo se comportaba con prudencia y bebía con moderación.

La verdad sea dicha: allí todo el mundo había follado con todo el mundo o casi, y se respiraba un ambiente muy caldeado. Nada más llegar, Maite reconoció por lo menos a cuatro hombres con los que había gozado y que se le habían presentado como corneadores solitarios, aunque aquí estaban acompañados de sus parejas. Maite desapareció de mi lado durante unos diez minutos, y cuando regresó me di cuenta de que llevaba un manchurrón en su faldita, prueba inequívoca de que mi esposa había empezado la fiesta antes que el resto de los invitados.

Cuando llegaron los novios hubo un largo aplauso y luego se hizo un silencio. Manuel se subió a la tarima llevando de la mano a Sonia y tomó el micrófono:

-Le debo mucho a mi reciente esposa. Sonia se merece lo mejor y por eso le hago un regalo muy especial ante todos vosotros. No le he regalado ni un coche ni un chalé ni una cuenta corriente espectacular. Mi regalo es nada más y nada menos que el que ahora veréis entrar por la puerta. ¡Que pase mi regalo!

Por un lateral del escenario entraron tres mozos de muy buen ver, tres tipos de unos treinta años fibrados y sonrientes, completamente desnudos, y con sus grandes penes ya erectos. Todo parecía una coreografía muy estudiada: uno de los chicos (un mulato espectacular) se tumbó en la tarima y los otros dos desnudaron a Sonia en un santiamén y la pusieron encima del mulato, cuyo pene la penetró limpiamente, sacando un aullido de placer de la novia. Todos pudimos escuchar el sonido del placer en la boca de la novia, ya que Manuel le puso el micro ante la boca.

Los tres chicos nos mostraron sus habilidades durante poco menos de media hora, y durante este breve tiempo Sonia disfrutó de lo lindo. Entre el público, como es de suponer, empezaron las situaciones de todo tipo. Cuando llegó el momento culminante, los tres chicos se corrieron en la cara de Sonia y Manuel tomó de nuevo el micrófono, mientras su nueva esposa se limpiaba el rostro con una toalla rosa:

-En contra de lo que muchas os pensabais, mis tres invitados se retiran. Si ahora os los cedo a vosotras eso ya no sería un regalo para Sonia. Disfrutad de la fiesta, pero disfrutad entre vosotros y vosotras.

En cuánto me di cuenta, varias mujeres se habían dispuesto para ser folladas alrededor de una gran cama redonda. Maite ya estaba entre ellas, y un hombretón le estaba acariciando las nalgas. Mi esposa le sonrió.

Por suerte, encontré a una joven colombiana cuyas piernas abiertas permanecían libres.



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