97. LOS REGALOS DEL AMANTE
A diferencia de otros tríos anteriores, que solo salieron medio bien, el primer trío con Jaime fue estupendamente: los tres gozaron de lo lindo durante toda la tarde y entablaron buena relación. Tanto fue así que, al caer la noche, ambos cónyuges le propusieron a Jaime que se quedase a pasar la noche.
Se acostaron los tres en la cama. Estaban agotados. Luis se desveló a media noche, alertado por unos ruidos: era su esposa, follando apasionadamente a su lado con el nuevo amigo. Y, por la mañana, se los encontró a ambos en la bañera: Maite, de rodillas, le regalaba a Jaime la felación más entregada que Luis había visto en su vida, mientras él le aplicaba el chorro de agua caliente en la cabeza y la retaba a tragar hasta la raíz del pene, cosa que ella se empeñaba en cumplir.
En su segundo trío, poco tiempo más tarde y a petición de Maite, a Luis no se le ocurrió nada más que dejarles solos un rato para irse a fumar un pitillo en el salón mientras ellos seguían fornicando en la alcoba. Cuando el marido regresó, se encontró con que Maite le había concedido el ano a Jaime. Lo que Luis no supo es que, durante su breve ausencia de la cama, Maite le había pedido a Jaime que se viesen a solas a partir de entonces.
Y así fue: Jaime y Maite mantuvieron encuentros semanales sin el conocimiento de Luis ni de la novia de Jaime. En cada uno de esos encuentros, Jaime le regaló algo a su amante: unas medias con ligueros en la primera cita. Luego un corsé, luego un collarín, luego unas esposas, luego un dildo rosado. Y unas pinzas para los pezones, unos zapatos rojos de taconazo. Y un "plug in" anal rematado con un cristal azul tallado como un diamante, un antifaz, y etc.
Maite se llevaba los regalos de Jaime y los guardaba en casa. A veces, cuando estaba sola, Maite se ponía algunos de los regalos de Jaime y se masturbaba mientras esperaba la siguiente cita con su corneador particular.
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