99. AMOR SWINGER


Es cierto que las parejas swingers se muestran un amor incondicional por encima de otras clases de parejas con otros estilos de vida, ya que la ausencia radical de celos a toda prueba es muy saludable. Ver como tu pareja goza con otra persona delante de ti es muy sano y eso no se puede negar.

Las primeras veces que lo hice con un amante delante de mi marido no tenía muy claro como iba a salir todo, pero la verdad es que fue de maravilla y nos excitó mucho a los dos: tanto es así que, tras estar con el corneador, Luis y yo vivíamos nuestros mejores momentos como pareja en lo sexual. El recuerdo de los tríos, de las situaciones vividas con nuestros invitados nos llevaba a sentir un deseo mayor. Con solo nombrar los recuerdos del trío de unos días atrás, ambos nos lanzábamos a la cama tan fogosos como dos jóvenes de veinte años.

Cuando yo empecé a quedar con corneadores fuera de casa siguió todo igual, ya que el trato con Luis consistía en que yo le mandaba fotos o audios de mis encuentros para que pudiese seguir lo que sucedía y él lo gozaba. Y, del mismo modo, cuando yo llegaba a casa y me reencontraba con él nos poníamos a cien viendo las fotos y nos disfrutábamos mientras yo le contaba los detalles de lo que había sucedido en cada del corneador.

Sin embargo... (¡siempre hay un sin embargo!) algo pasó cuando conocí a Marcos. La verdad es que nos conocimos de forma casi accidental, una noche cuando yo chateaba en la web swinger con un amigo y Marcos me mandó un mensaje, más que nada por probar suerte: Marcos, sin duda, le estaba echando la caña a todas las mujeres que en este momento andábamos por el chat. Sea como fuere, la conversación con Marcos me divirtió y terminamos por citarnos una tarde, en principio solo para tomar algo y charlar.

Me encontré con un cincuentón fornido pero normalito, simpático y relajado. Estuvimos hablando mucho rato, ya que su conversación es inteligente y tranquila. Eso me sorprendió agradablemente, ya que estaba habituada a hombres que tienen prisa por llevarte a la cama. En Marcos todo era calma. Y, aunque me observaba con deseo, sabía esperar. Se nos hizo de noche entre cafés al principio y cervezas más tarde. Entonces, cuando ya estaba oscuro, fue cuando él me propuso seguir charlando en su casa. 

Era un pisito pequeño, propio de un solterón. Con muchísimos libros. Por fortuna Marcos tenía varias cervezas en la nevera y seguimos bebiendo. Hasta que en un momento dado tuve que ir al baño. Y fue entonces cuando, contra toda previsión, sucedió lo inesperado pero que yo venía deseando. Me acababa de sentar en el inodoro y se abrió la puerta. Ahí estaba Marcos, de pie ante mi, y me pilló desprevenida por completo cuando me sugirió:

-Si quieres nos metemos en la bañera y te meas encima de mi.

Me quedé fascinada. Y por supuesto hice lo que me pedía.

A partir de aquel día quedé con Marcos una tarde cada quince días. En las dos primeras le mandé fotos a mi marido, pero en la tercera ya me olvidé de Luis y me entregué a Marcos por completo.

El día en el que le pedí a Marcos que me penetrase el ano supe que también puede surgir el amor en esas relaciones, ya que era eso lo que expresaba mi petición. Y él me lo hizo, consciente de que ahí empezaba una nueva fase entre nosotros.

Llegó un momento en el que, cuando hacía el amor con mi marido, sacaba una foto y luego se la mandaba a Marcos, y solo pensaba en él. Cuando estaba pensando en divorciarme e irme con Marcos, él me contó que había conocido a una mujer que no era del ambiente liberal y que estaba muy bien con ella y que, por consiguiente, debía terminar nuestra relación. Creo que aprendí la lección.

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