113. LA MALA SUERTE DE LAURA
Mi amiga Laura se había esforzado de lo lindo para concertar una cita con Mario, uno de los corneadores más codiciados por las hotwives de nuestra quinta. Al fin consiguió el compromiso de Mario, un jueves por la tarde en el apartamento de verano que Laura tiene alquilado en un pueblecillo de la costa. Laura sabía que en invierno su marido no se iría jamás a este apartamento y, aunque su marido compartía plenamente su orientación liberal, ella quería tener a Mario en exclusiva.
Sin embargo, Mario le puso unas exigencias que Laura no esperaba. En su último mensaje antes del encuentro, Mario le expuso una condición:
-"Me encantará hacerlo contigo, pero será mucho mejor si vienes con dos amigas de esas que tienes".
Laura, azorada y obsesionada por estar con Mario, no dudó en pedirles a sus amigas Maite y Lali que acudiesen a la cita. Y así fue como nos encontramos las tres en el apartamento de Laura un jueves de diciembre. Hacía mucho frío, así que Laura puso la calefacción a tope tres horas antes de la llegada de Mario, mientras Lali y yo nos poníamos un poco a tono con unos chupitos de Limoncello. Tan a tono nos pusimos que, en un momento impreciso, me encontré a Laura lamiéndome la entrepierna en un descuido mío, mientras me ponía la lencería que había llevado para el evento.
Fue entonces cuando me di cuenta de que tanto Laura como Lali pensaban presentarse desnudas por completo ante Mario, y de que yo era la única que había pensado en la ropa erótica. Yo llevaba un body rojo y negro que me había regalado mi marido con la intención de estrenarlo para San Valentín, pero resultó que lo iba a inaugurar con Mario.
Laura nos dijo:
-Os pido que cuando llegue Mario me ayudéis a ofrecerle mi lindo cuerpo: yo me tenderé en la cama y vosotras levantais mis piernas bien abiertas para que vea mi coño en primer plano. Creo que es algo así lo que Mario espera...
Así lo hicimos. Mario entró, se desnudó en el recibidor y cuando entró en la alcoba nos encontró tal como Laura había pedido: ella tumbada en el centro y Maite y yo abriéndole las piernas.
Pero sucedió algo imprevisto: cuando Mario se acercó con lo que parecía la intención de penetrar a Laura para dar cumplimiento a su pacto, puso su pene enorme y duro por un instante ante mi cara y yo no pude evitar el gesto reflejo de darle un lametón en el glande. Este gesto inconsciente cambió toda la velada, ya que Mario se fijó solo en mi (y en mi ropita sexy) y me dedicó en exclusiva las dos horas siguientes de su vida, en las que se empleó a fondo.
Tanto fue así que al fin se me llevó al sofá del salón. Laura y Lali se quedaron en la alcoba y creo que tuvieron su primera sesión lésbica por lo que escuché mientras Mario me daba por todas partes.
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