117. FREDO, EL ESPECIAL

Lali conoció a Fredo en un chat swinger y enseguida congeniaron. Fredo era agradable y educado, a la vez que morboso. Así que no tardaron mucho en buscar una fecha para conocerse. Por algún motivo, Lali no le contó que estaba casada.

En algún momento de aquella primera charla, a Lali se le ocurrió preguntarle a Fredo si tenía alguna manía en especial, algo que ella debiera saber antes de la cita. Quizás ella había captado algo. Pero Fredo le respondió que todo el mundo tiene sus cosas especiales, y que las suyas no eran de ningún modo excepcionales.

De modo que se citaron en un hotel de las afueras de la ciudad, y quedaron antes en la cafetería. Lali descubrió que Fredo era tan guapo como se presentaba en sus fotos, y que le apetecía mucho tener sexo con él. Sin embargo (siempre hay un sin embargo) Fredo le dijo que no le gustaban los zapatos que ella llevaba (unas zapatillas Munich), y le pidió permiso para comprarle otros. Lali estaba tan excitada y tan deseosa de complacer a un hombre tan atractivo que se lo concedió.

Al lado del hotel había un centro comercial, y allí Fredo le compró a Lali unos zapatos rojos, con tacón de aguja de diez centímetros. Le costaron un dineral.

Una vez en el hotel, y tras algunos besos y algunos toqueteos, Fredo se plantó enfrente de los pies de Lali calzados con sus nuevos tacones rojos y se masturbó entre alaridos, y no cesó hasta correrse. Lali se quedó entre sorprendida y estupefacta, y más aún cuando, tras correrse, Fredo se vistió para marcharse. 

-¿Te lo puedes creer? -le contó a su amiga Nuria a la mañana siguiente- Fredo solo buscaba unos pies con tacones. Y, una vez satisfecho, se largó. Me quedé un rato en el hotel masturbándome...

Tras esta conversación, Nuria se excitó. Sin saber como ni porqué, la idea de un amante que solo quiere adorar sus pies y nada más que eso le resultó tremendamente morbosa y sintió un deseo irrefrenable por vivir lo mismo. Sin pensarlo mucho, Nuria le pidió a Lali el contacto de Fredo.

Pocas horas más tarde, Nuria había contactado con Fredo y habían concertado una cita en el mismo hotel de las afueras. También quedaron en la cafetería. Nuria llevaba unos zapatos de tacón rojos, pero esta vez Fredo le habló de sus pendientes. Nuria llevaba unas pequeñas perlas en las orejas, y Fredo le preguntó si le permitía comprarle unos pendientes antes de subir a la habitación.

Se fueron al centro comercial y Fredo le compró a Nuria unos pendientes de plata, una larga lágrima argentada. 

Una vez en la habitación, y antes de que Nuria se desnudase por completo, Fredo se masturbó con ahínco y se derramo en la oreja de Nuria. Tras lo cual se vistió y se despidió de ella, con educación y agradecimiento.



 


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