120. DEJÓ SU FIRMA EN MIS PECHOS
Si ustedes han leído el relato anterior (número 119 de esta colección) sabrán que cuatro amigas swingers nos confabulamos para reivindicar nuestro derecho a ser tratadas como nos guste por nuestros amigos, amantes y corneadores.
Dado que muchísimos de ellos quieren eyacular en la cara, nos propusimos sacar fotos para colgar en la web swinger en las que se viera nuestra preferencia por otros finales, así que en los siguientes días les exigimos a nuestros amigos dejar su estampa en nuestras nalgas. Así y lo hicimos, y la iniciativa, con sus más y sus menos, fue bastante exitosa: solo Isabel consintió en ofrecer algo que no era justamente sus nalgas.
Digo que la iniciativa fue exitosa porqué yo misma lo puedo corroborar.
Algunos días más tarde había quedado con mi corneador Mario, hombre muy interesante en varios sentidos pero adicto a lo de la cara. En la página de Mario se descubre enseguida el interés primordial por la corrida facial, ya que expone muchos rostros de sus amantes salpicados (entre ellos el mío, en una fotito que me sacó mi marido tiempo atrás).
Pues bien: Mario acudió a la cita conmigo tan estupendo como siempre, y empezamos la fiesta tras un par de gintonics que mi marido nos sirvió con mucha solvencia. Durante nuestros juegos me di cuenta de que Mario se fijaba en mis pechos más que en otras ocasiones: los tocó con mayor dedicación, los besó y los lamió sin cesar. Incluso me dio cachetes en ellos, y gracias a eso descubrió lo mucho que me excita el cachete en las tetas mientras le cabalgo, ya que a cada golpe pego un brinco y le cabalgo con más brío.
Y luego vino lo que Mario llama "el frotis", y que hasta ese día había consistido en restregarme su gran pene por toda la cara, acción que le lleva a aullar de placer y que a mi marido le pone a mil revoluciones: en varias ocasiones anteriores, mi marido se había corrido de puro gusto (y sin tocarse apenas) viendo esta escena.
Pero en esta ocasión Mario solo se restregó en mis pechos, y como era de esperar, me estampó sus chorros encima de ellos. En un respingo, le pedí a mi marido que documentase el momento y que me sacara unas buenas fotos de mis pechos.
Mientras Mario me lo hacía me sonrió y al terminar me susurró en el oído:
-He visto lo que escribes en la web y te quiero dejar claro que me gusta hacerlo así.
-Pues te lo agradezco, querido -le dije yo mientras le dejaba un beso en la boca.
Una vez solos, mi marido y yo nos pusimos a repasar las fotos que había sacado y me alegró ver que las de la eyaculación en los pechos habían salido razonablemente bien, de modo que las subí a mi página con orgullo, satisfecha de haber logrado mi objetivo. Y así se lo conté a mi marido. Pero, para mi sorpresa, mi marido hizo un mohín muy raro y, tras pensárselo un par de segundos, me soltó:
-Lo comprendo, cariño. Pero... la próxima vez ¿puede ser en la cara como antes?
-Pues vaya.
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