125. ME LLEVARON AL BAGDAD

Mi amigo Franz, austríaco de Salzburg, viene un par de veces al año a Barcelona. En alguna de estas ocasiones me llama para ir a cenar y luego subir a su hotel. Las citas con Franz son cosa mía y voy sola. Mi marido lo tolera, ya que sabe que Franz y yo somos amigos des de antes de conocerle a él y eso no se puede cambiar. 

Franz no me llama siempre que viene y lo comprendo: en Barcelona y sus alrededores tiene varias amigas y digo yo que se debe de ir repartiendo, cosa que comprendo.

En la última ocasión, y mientras cenábamos en un restaurante cerca del puerto, me reprochó que no le hubiese hablado nunca de un local llamado Bagdad, del que se había enterado por una serie de televisión. Le conté que yo no he estado nunca en el Bagdad y que en realidad no sabía ni tan solo que todavía existiera. 

(Para los que no lo sepan: el Bagdad es un local de actuaciones porno en directo, en donde por cierto empezó su carrera Nacho Vidal).

Franz me dijo que ya iba siendo hora de corregir mi déficit. Así que, tras la cena, pilló un taxi y nos presentamos en el local. La entrada a 90€ no le echó para atrás. No sentamos en la segunda fila y poco después empezó el show.

Me di cuenta de que Franz estaba cada vez más excitado, y sobra decir que yo también me iba poniendo a muchas revoluciones.

En el tercer o el cuarto número subió al escenario una pareja de actores (chico y chica) despampanantes. Él exhibía un pene grandioso y a punto para lo que fuera. Ella era una mujer de unos 30, rubia y guapísima. Cuando empezaron a fornicar se detuvieron un momento para pedirle al público si alguien les quería acompañar en su cama redonda. Franz se levantó como por un resorte del asiento y se plantó con ellos, y en menos de medio minuto no solo estaba desnudo si no que la actriz le estaba propinando una felación de aúpa.

Yo, la verdad, no tuve que pensarlo mucho: no estaba dispuesta a ver como Franz, que había cenado conmigo, se corriese delante mío pero con la actriz del Bagdad. Franz es hombre de un solo cartucho por noche, de ahí la gravedad de la situación.

Así que, ni corta ni perezosa, también me levanté ligera, con un brinco enérgico, y me planté en la cama del escenario. Como era de esperar, fue el actor el que me prestó atención, y muy profesional. Enseguida escuché los aplausos y los vivas del público, encantadísimos con la pareja de espectadores voluntarios. 

El actor me plantó su pene en la boca en un santiamén, tras un par de dulces caricias y eso levantó más aplausos. Durante la escena, me di cuenta de que mi amigo Franz se trajinaba a la actriz con unas ganas que yo nunca le había visto conmigo, y eso hizo que me olvidara de mi objetivo, para concentrarme mejor en el chico que me estaba dedicando todos sus esfuerzos. Y creo que el chico debió de comprenderlo, ya que debo contar que me dio una sesión inolvidable. 

Ya sabéis que cada actuación tiene el tiempo cronometrado, de modo que el final llegó mucho antes de lo que yo hubiera deseado. Mi amante imprevisto me preguntó si le permitía la corrida en la cara y yo asentí (más aplausos, claro) y al mismo tiempo la actriz le pidió a Franz que se corriera dentro del preservativo. Pensé que era su justo castigo.

Unas horas más tarde, cuando salimos del Bagdad, vi de Franz estaba muy serio y le pregunté por el motivo de su ánimo.

-Tu nunca me has dejado en la cara -se quejó, por fin.

-Es que la cara solo es para mi marido y para los amigos muy especiales -aproveché para soltarle yo.

Conclusión: me temo que Franz no me llamará más cuando se venga a Barcelona. Sin embargo, es posible que yo vuelva al Bagdad. Aunque no sé con quien.

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