133. SOCORRIENDO A YOLANDA


Mi amiga Yolanda me llamó a media mañana, muy atacada:

-¡Maite! !Tienes que ayudarme! A mi marido le han adelantado la vuelta del viaje y esta noche viene a casa...

-Pues nada, le haces una cenita y en paz... -le respondí yo, sin comprender.

-¡No! Lo que pasa es que justamente esta tarde había conseguido quedar con mis dos corneadores preferidos... ¡No sabes tu lo difícil que fue montar esta cita! ¡Llevo meses intentando cuadra las agendas de esos dos portentos!

Lo que me pedía Yolanda era muy sencillo: me estaba pidiendo mi piso prestado. Ella sabía que mi marido Luis estaba unos días con su madre en un balneario al que acuden cada año para reforzar sus vínculos maternofiliales y eso le permitía deducir que no habría problemas.

-¡A estas horas ya no encuentro hoteles ni pensiones ni nada! ¡Estoy desesperada! ¡No tendré otra oportunidad como esta!

Calmé a Yolanda como pude. En efecto, a mi no me importaba nada cederle mi piso para su encuentro con los dos sementales de sus sueños. Debo contar que Yolanda lleva poco tiempo en el mundo swinger pero se ha metido en él con muchísimo ímpetu y, eso es cierto, sin decirle nada a su marido. 

-Tranquila, Yolanda, cariño. Cuéntame lo que necesitas.

Yolanda me contó su plan: ella llegaría a mi piso a eso de las 7 de la tarde. Sus amantes lo harían a partir de las 7 y media.

-Y... ¿qué esperas que haga yo cuando ellos lleguen? -le pregunté, intrigada.

-Bueno... tu sabrás... Yo solo te pido que me dejes libre el salón, te puedes acostar, irte a pasear... ¡yo qué sé!

Llamé a mi amigo Jaime y le propuse una cena en la pizzeria al lado de su casa, con la esperanza de terminar en ella la noche. Pero Jaime me puso una excusa peregrina: es normal que Jaime tenga una agenda de folleteos muy apretada, ya que es un corneador muy solicitado. Mientras pensaba qué hacer con mi noche se hicieron las siete y Yolanda no apareció. Le mandé un mensaje y ella me respondió con un lacónico "Mierda, mierda, mierda. Estoy en un atasco monumental en la B20".

A las 7 y 31 minutos llamaron a la puerta y les abrí, por supuesto. Así fue como conocí a Baba y a Enrique, los dos amigos que Yolanda había convocado. Les preparé unas bebidas improvisadas y les prometí que ella llegaría enseguida. Enrique me sugirió que me pusiera una copa para mi. Y ahí empezó todo. 

Un rato más tarde recibí un nuevo mensaje de Yolanda:

-Mieeerda. Sigo en el atasco y mi marido ya está en casa. Diles a mis amigos que hoy no podrá ser.

Baba y Enrique me pidieron una segunda copa. Cuando regresé les encontré desnudos y dispuestos. Enrique le mandó una foto a Yolanda, y entiendo que es por esa foto que Yolanda no me ha llamado nunca más.


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