135. UNA NUEVA PAREJA SWINGER
Amalia y Manuel son una pareja amiga, con quienes hemos salido muchas veces. Amalia y yo tenemos muchas más intimidad que Manuel y mi marido, de modo que solo Amalia sabía de nuestra vida en el mundo swinger. Al principio ella mostró curiosidad por el asunto, pero solo curiosidad. Sin embargo, poco a poco me fue haciendo más preguntas y me pidió que le contara experiencias, que a ella la excitaban de modo evidente.
Conforme hablábamos de la cosa swinger ella quería más detalles y una vez, hablando por teléfono, me confesó que se estaba masturbando mientras me escuchaba e imaginaba las escenas que yo le contaba con mis corneadores y mi marido sacando fotos.
Una tarde en la que quedamos para tomar algo, Amalia me contó:
-Le sugerí a Manuel que podríamos probar con los intercambios de pareja o con una visita a un club, para darle un nuevo aire a nuestra vida sexual, pero se ha puesto muy poco receptivo.
Tras pensármelo un rato, le hice una propuesta:
-Cuéntale que nosotros somos swingers y nos va muy bien, y que lo podemos hablar los cuatro. Igual eso le ayuda...
Dos días más tarde, Amalia me llamó de nuevo:
-Tengo que contarte algo: tras ver mi insistencia, me dijo que solo lo probaría contigo y tu marido, pero me temo que no será fácil. Tendremos que pensar como se lo explicamos.
-Déjamelo a mi y no te preocupes. Vamos a preparar un plan infalible.
Me quedé un rato pensando. La verdad es que Manuel es un tipo atractivo con el que no me importaría nada pasar un buen rato, más aún si es para convencerle de que se sume a la comunidad swinger y nos acompañe en esas situaciones. Y empecé a planificar una cena con nuestros amigos.
La noche en la que quedamos para cenar en casa me puse un vestido corto y liviano, muy escotado pero sin pasarme de provocativa, solo para atraer la mirada de Manuel. Cuando llegaron me di cuenta de que él no perdía detalle de mi escote, así que, mientras le servía la ensalada, le ofrecí una vista bastante completa de mis pechos. También me di cuenta, por cierto, de que mi marido no le quitaba el ojo a la minifalda de Amalia.
Durante la cena, antes de plantear el tema de los intercambios, me preocupé de agradar a Manuel de modo especial, tocándole la mano como en descuidos e incluso, en un momento más atrevido, deslicé mi mano en su muslo por debajo de la mesa. Él no la rechazó.
Cuando Amalia mencionó que le había planteado a Manuel probar con los clubes de intercambios, vi que él se puso tenso, de modo que enseguida reaccioné.
-Vamos a retirar los platos y preparo unos cafés. Luego hablamos de eso. Manuel, ayúdame a llevar todo esto al lavaplatos, anda.
Una vez en la cocina, y tras haber observado que mi mano en el muslo de Manuel le había puesto cachondo, no dudé ni un instante en arrodillarme ante él, desabrocharle el pantalón y desenfundar su pene (y hay que ver lo bien dotado que está). Manuel hizo un primer gesto de susto, pero enseguida se prestó con ganas y empujó dentro de mi boca. En este instante supe que Manuel estaría dispuesto a entrar en el mundo de los intercambios, puesto que no ya no había marcha atrás para él.
Saboreé a Manuel durante unos instantes y luego dije en voz muy alta: ¡Prepara la Nespresso! Esa era la señal convenida con Amalia. Y Amalia no tardó ni tres segundos en presentarse en la cocina.
-¡Vaya, vaya, vaya! Mira lo que tenemos aquí...
Me di la vuelta y descubrí que mi marido y Amalia no habían perdido el tiempo: ella llevaba los pechos al aire y se traía consigo a mi marido, agarrado por el pene.
-Bueno, Manuel, creo que tu no veías muy claro lo de los intercambios y esas cosas, ¿verdad? -le dije sin separar mis labios de su glande-. Venga, vamos a vestirnos y nos vamos al club, y allí terminamos lo que hemos empezado.
Nos fuimos al club en nuestro coche. Mi marido condujo mientras Amalia le masturbaba sentada a su lado y yo, en el asiento de atrás, mantuve a Manuel en plena excitación con mi boca y la promesa de mi coño en cuanto llegásemos.
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