139. LA CASUALIDAD EXISTE
Mi marido tuvo que irse de viaje por cosas del trabajo a un congreso en Bilbao. Como a mi me apetecía visitar la ciudad, me pedí unos días de permiso y le acompañé. El hotel estaba muy bien, con jardín, solarium, piscina y spa. Llegamos ya casi de noche, para que mi marido pudiese estar en la primera conferencia a la mañana siguiente.
Dejamos las maletas en la habitación y nos bajamos a cenar. Unas mesas más allá de la nuestra se sentaban un padre y un hijo. Él, un cincuentón muy atractivo que enseguida me llamó la atención. No solo por ser guapo y fornido, si no porqué estaba segura de haberle visto en alguna parte. Vi que él también me miró un par de veces, ya que sin duda le pasaba lo mismo que a mi. Sin embargo, la presencia de mi marido y de su hijo nos cortó a ambos y no nos dijimos nada.
Por la noche, ya en la cama, y cuando le daba vueltas a ese rostro que tanto creía conocer, de repente caí en la cuenta, y el corazón me dio un vuelco: "¡Ese hombre es Leo! El de la pareja "Marileo" de la página swinger! La casualidades existen" me dije. Entonces recordé perfectamente la de veces que nos habíamos dado "likes" a nuestra fotos respectivas, incluso con comentarios del estilo de "Me gustaría estar ahí contigo, etc". Una vez empezamos un chat, pero al darnos cuenta de lo lejos que vivíamos (él en Cádiz, yo en Barcelona) la cosa quedó en simples deseos que no pudieron concretarse.
A la mañana siguiente mi marido se marchó temprano y yo bajé sola al desayuno. Vi a Leo, pero cuando él ya se marchaba con su hijo y ni tan solo me vio a mi.
Ya casi al mediodía, tras pasear por Bilbao, regresé al hotel y decidí darme un homenaje en el spa, que estaba casi desierto. Me metí en una piscina de agua caliente, en el jacuzzi y en la sauna. Y cuando estaba en la sauna se abrió la puerta y entró Leo, con un bañador ajustadísimo que permitía saber el potencial que lleva debajo de la tela, un pene que yo había contemplado en imagen, pero en decenas de ocasiones. En la sauna había una pareja mayor, así que solo nos saludamos. Esperé un par de minutos, y salí sin dejar de mirarle y esperando que Leo comprendiese.
Me metí en el jacuzzi, en donde no había nadie. Leo no tardó ni 30 segundos en aparecer y sentarse a mi lado.
-Eres Maite ¿verdad? -me susurró al oído.
Mientras yo asentía me encontré con su mano en el muslo, muy cerca de la ingle. Le respondí depositando la mía encima de su slip. Estuvimos así un par de segundos, hasta que sus dedos se metieron entre mis piernas y empezaron a frotar. Yo le correspondí con un masaje suave en su pene, repasándole de arriba a abajo y sintiendo como se iba poniendo duro. Me dio un beso con lengua en la oreja y el detalle me permitió recordar una característica de Leo que me había encantado viendo sus fotos: cuando penetra a una mujer suele besarle y morderle en la oreja. En este mismo momento, con un movimiento muy ágil, desplazó mi bañador y me metió dos dedos en la vagina, suavemente. Yo lancé un gemido.
Y también en este momento llegó una pareja joven, que se zambulló en el jacuzzi delante nuestro. Ambos detuvimos nuestros movimientos, por temor a ser pillados: la parejita parecía muy pudorosa. Tras unos minutos evaluando la situación, decidimos levantarnos, agarramos las toallas y salimos al jardín.
Allí por fin hablamos, una vez solos.
-Leo... -empecé yo- Me encantaría hacer un trío contigo y mi marido... Ya sabes... Con Luis tengo un trato para esas cosas...
-Ya lo se. Pero antes del trío me gustaría estar contigo a solas, esa es mi costumbre. ¿Podemos subir a tu habitación? En la mía está mi hijo duchándose y seguro que tiene para rato.
Miré el bañador de Leo y vi como tenía el pene, a punto de explotar y todo para mi. Me aseguré de que no había nadie a la vista, se lo toqué, me agaché y se lo lamí por encima del bañador azul.
-Si esas son tus costumbres... haré una excepción con las mías. Vamos arriba. Cúbrete con la toalla, que se te nota el lametón.
Llegamos a la habitación muy excitados los dos: en el ascensor le di otro lametón en el paquete y él metió sus dedos por debajo de mi bañador. Pero las casualidades siempre existen: nada más entrar, consulté el móvil justo para descubrir el mensaje de mi marido: "nos dejan dos horas libres, así que te vengo a buscar y vamos a almorzar. Llego en 15 minutos".
Miré la hora: Luis estará aquí en 5 minutitos, le conté a Leo.
A ambos se nos ocurrió lo mismo: regresamos al jardín a toda prisa, buscamos un rinconcito discreto, nos despojamos de los bañadores y, consciente de que solo nos podíamos permitir un rapidito, me dispuse a cuatro patas. Justo cuando el pene de Leo empezaba a empujar en mi vulva, se escuchó la voz:
-¡Papá! ¡Papá! ¿Estás ahí?
Era el hijo de Leo, claro está. Aún con el riesgo que corría, Leo metió toda su verga dentro de mi. Pero la sacó enseguida, se calzó el bañador, se enrolló la toalla para disimular y salió a buscar a su hijo. Me quedé tan caliente que hubiese sido capaz de meterme la rama de un arbusto, pero recordé que mi marido estaba llegando y decidí subir a la habitación para hacerlo con él cuando menos.
Pero no fue eso lo que pasó: Luis estaba atareado y nervioso preparando su intervención por la tarde en el congreso, así que solo quería comer un bocadillo conmigo, comentar la jugada, ensayar su discurso y regresar de nuevo.
Cuando me quedé sola de nuevo iba tan caliente que no dudé ni un instante: me puse un bikini muy escueto y bajé a la sauna. Encontré allí a un cuarentón solitario, me senté a su lado y le masturbé sin mediar palabra. Una vez el hombre estaba a punto, me senté en su regazo y le cabalgué muy deprisa para lograr un orgasmo. Debo reconocer que el tipo tuvo aguante, y conseguí dos. Él se llevó el suyo cuando se corrió en mi cuello.
-¿No te querías correr en mi cara? -le pregunté, sorprendida.
-Claro que sí... pero no me he atrevido -balbuceó el hombre.
-Habérmelo pedido. Las casualidades existen.
Justo al salir de la sauna, una pareja de mi edad se quedó contemplando los chorretones de esperma que me resbalaban por el escote.
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