140. LA BODA SWINGER DE MARIFLOR


Aunque mi amiga se llama de otro modo, la conocemos por Mariflor. Mariflor se divorció de su primer marido (se habían casado a los 25) hace ya muchos años. A su segunda pareja oficial, Jesús, le conoció una noche loca en un club liberal y, por consiguiente, nunca tuvieron que discutir del tema swinger, puesto que estaba todo dicho. Tras varios años de convivencia, a Jesús y a Mariflor se les ocurrió celebrar una boda.

-¿Y para qué os vais a casar? -le pregunté, sorprendida, pues yo sabía lo mucho que ella lamentaba haberse casado, de joven.

-Te diré la verdad: para montar una buena juerga swinger. Espero que vengas al festejo. Seremos una cuarenta parejas. Más algunos corneadores, como te puedes suponer. El código de vestuario para las mujeres es... medias y ligueros.

-¿Y el de los hombres?

-Venir con la polla bien dura, ya lo sabes.  

Tras la boda civil en un juzgado de la costa en la que todo el mundo se comportó bastante bien, los invitados nos fuimos para un hotelito rural que habían alquilado, con jardín frente al mar. 

Nada más llegar nos encontramos la primera sorpresa: tres chicos y tres chicas, guapísimos y guapísimas, nos recibieron desnudos y con besos en la boca. Y había una pareja escultural instalada en un tálamo en medio del jardín que, tras una mosquitera blanca, fornicaba con muchas ganas. Varios rodeamos aquella cama y nos pusimos a aplaudir y a animar. Allí mismo ya se desnudaron más de uno y más de una, que se unieron a la pareja encima de la cama enorme. Como se apuntaron más hombres que mujeres, en menos de cinco minutos pudimos descubrir tres dobles penetraciones. Todo el mundo se venía arriba.

Los que seguimos hacia el interior del hotel encontramos una fabulosa pista de baile, en donde se nos facilitaron máscaras venecianas a todo el mundo. Yo hice los posibles para perder de vista a mi marido (o para que él me perdiese de vista a mi), me puse la máscara y me quedé en medias y ligueros, tal como me pidió Mariflor. Como os podéis imaginar, muy pronto otras mujeres me imitaron. Casi sin darme cuenta me encontré besándome con un hombre que metió su pene largo y duro entre mis muslos mientras bailábamos. Yo me di la vuelta, le presenté mi pompis y enseguida acudió otro a comerme la boca, sin darse cuenta de que me estaban dando por atrás. Entre la gente me pareció ver a mi marido lamiendo los pechos de una mujer que le masturbaba como si le estuviese ordeñando. 

Al cabo de un rato en el que el desenfreno iba subiendo, escuché un alboroto en otro extremo del salón de baile y me di cuenta de que la gente se iba para allá entre aplausos y vítores.

Mariflor no me había contado esa parte de la fiesta: allá estaba ella, con parte de su vestido nupcial, tumbada en una cama de seda roja, rodeada de hombres masturbándose listos para una gang-bang de homenaje a la novia. Entonces apareció el novio, le levantó las piernas y empezó a penetrarla al tiempo que advertía a los invitados:

-Por hoy, el coño de Mariflor será solo para mi. Y el culo también, os lo advierto porque os conozco de sobras... Pero para celebrar la boda, Mariflor os regala su carita guapa, así que... ¡bienvenidos a la gang bang de Mariflor!

Los hombres más rápidos se agolparon los primeros alrededor de la cama roja y tardaron poco en dejar su regalo de chorros a la novia, en la cara o en donde pudieron (vi que algunos, con la excitación, fallaron el tiro y eyacularon en la sábana) . La mayoría de las mujeres nos quedamos algo atrás, pero la verdad es que los gemidos de los hombres eyaculando ponen muy cachonda a cualquiera y fuimos varias las que nos masturbamos también, y algunas (menos) las que decidimos acostarnos al lado de Mariflor para experimentar esa sensación y ese punto de vista tan especial que es verse debajo de varios hombres enmascarados que nos apuntan con sus penes.

En el próximo episodio les contaré lo que sucedió más tarde, cuando la fiesta terminó y algunas nos quedamos en el hotel.    



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