141. DONDE LAS DAN LAS TOMAN

Des de que Helena y Simón se apuntaron a la página swinger, siempre fue él quien se encargó de gestionarla: colgaba fotos, dejaba comentarios y organizaba citas. La opción de la pareja siempre fue el juego "Cuckold/hotwife": Simón invitaba a hombres solos o a parejas para disfrute de su mujer, y él conseguía su placer mirando y sacando fotos del encuentro, que luego administraba.

Helena siempre confió en Simón, ya que nunca le decepcionó en la elección de sus invitados.

Hasta que una tarde Helena decidió entrar en la web swinger y rastrear las actividades de su marido. Entre otras cosas, descubrió que Simón dejaba muchos "likes" en las fotos de una mujer leridana (Claudia) que se prestaba a gangbangs y a juergas similares, siempre con varios hombres. En una foto de esa mujer Helena descubrió la presencia de Simón: en una de ellas Simón descargaba su corrida en la frente de la mujer mientras hacía el signo de la victoria con los dedos de la mano.

Helena se sulfuró en el primer momento, ya que la deslealtad de su marido le pareció muy grave. Luego decidió que, en cuanto llegase Simón, le pediría explicaciones a la espera de encontrar alguna buena. Y luego, por fin, ya más calmada, decidió darle a su marido el escarmiento que se merecía.

De modo que Helena, una vez en la página swinger, dejó varios "likes" en las fotos de los corneadores más dotados y más atrevidos que viven cerca de su casa y quedó a la espera. Dos de ellos tardaron muy poco en responderle, y uno de ellos, Eduardo, fue muy explícito: "tengo sitio en casa ahora mismo. Creo que te gusta la caña y te aseguro de que no te decepcionarás". 

Tras un breve intercambio de mensajes, Helena supo que este era su hombre. Se presentó en casa del corneador en menos de 20 minutos, ataviada con vestido corto y escotado debajo del cual solo llevaba medias y ligueros. 

Eduardo la recibió desnudo y a punto para la acción. La invitó al salón y cuando Helena se inclinó para sorber el gintonic que su admirador le había preparado, sintió que éste le colocaba un plug in con cola de zorra en el ano, al mismo tiempo que la golpeaba en las nalgas con su pene durísimo, como si llamara a la puerta. Helena supo que había dado con el hombre correcto.

-Solo te pido que me saques muchas fotos durante esta tarde... -le pidió Helena antes de recibir el gran pene de su amante en la boca.

Helena saboreó un rato a Eduardo, pero cuando escuchó los primeros aullidos se apartó un poco (antes de que ya no hubiese retorno) para contarle:

-Debo decirte que estoy contigo por el placer y también para darle un escarmiento a mi marido. Me encantaría tener una buena colección de fotos de esta cita y he visto que eres bueno sacando fotos, me gustaría ser como una actriz porno por un rato...

Eduardo no le respondió, pero agarró la cámara y empezó a ponerla en posturas propias de la pornografía. Luego la llevó a la alcoba, en donde un gran espejo le sirvió para sacar imágenes de ambos en plena acción. Helena se excitó pensando en todas las mujeres que habrían posado ante ese espejo mientras Eduardo les daba el tratamiento que ahora mismo le estaba dando a ella: sin pausa, sin respiro, usada con seguridad y maestría. Eduardo no solo sabía darse mucho placer a sí mismo: también comprendía lo que daba placer a ella y se lo daba con generosidad.

Al cabo de una hora de ajetreo hicieron una pausa. Eduardo le trajo unas botellas de agua muy fría, unos cubitos (para jugar con sus pezones) y una toalla: "Eso es para el final", la advirtió "mi corrida es muy abundante". Helena, que seguía muy excitada, recordó la foto de su marido:

-Hablando de corridas... Si puedes y se te acuerdas, me gustaría que me la des en la frente...

Eduardo se incorporó, se puso tras la espalda de Helena y le depositó los testículos encima de la cabeza, de modo que ella sintió todo el peso del pene en el pelo y vio aparecer el prepucio, húmedo y rosado, entre sus ojos.

-Así lo podrás ver bien en el espejo, sin perder detalle -le advirtió- Si me pongo delante tuyo no lo verías bien.

Helena se sintió todavía más excitada, de modo que levantó la cara y engulló el pene de Eduardo para agradecerle el morbo que le estaba dando. Ahí se terminó, de repente, el reposo que se estaban dando y ya no se detuvieron hasta el final prometido, que sucedió tal como le anunció Eduardo. Tras la descarga, Helena tuvo que buscar la toalla palpando a su alrededor, ya que le dejó los ojos cubiertos de esperma.

Una vez en casa, por la noche, Helena le contó a su marido que había descubierto sus fotos y su deslealtad con Claudia. Lo tenía todo preparado: tras la recriminación, vendrían sus propias fotos y el escarmiento. Pero Simón reaccionó de un modo inesperado:

-Pero si yo... ¡nunca estuve con esta mujer! Des de que hice el cursillo de Photoshop que ando haciendo trucajes y poniendo mi cuerpo en fotos trucadas. Luego les mando las fotos retocadas a la gente y ellos hacen lo que quieren, las suben o las tiran a la papelera, yo que se.

Y, dicho esto, le mostró los archivos del ordenador en donde se podía ver la foto original y el trucaje. Resultaba evidente que Helena había metido la pata.

-¿Y como se te ocurre no contarme eso? -le espetó ella- Me llevé un disgusto y total por tus jueguecitos del ordenador...

Por la mañana, Helena llamó a Eduardo y le suplicó que no publicase las fotos, ya que todo había sido un error. Eduardo estuvo unos segundos en silencio. Y luego dijo:

-Te haré el favor, pero me debes uno. Puedes pasar a devolvérmelo ésta tarde a eso de las 7 en mi casa.


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