144. GANARSE LA PLAZA


Tras mi divorcio, pasé algunos meses faltada de cariño. Me apunté a algunas páginas de ligoteo, pero el resultado no fue muy bueno: lo peor de los hombres que conocí no es que quisieran sexo en la primera cita, cosa que me parece lógica, si no que enseguida pretendían exclusividad. Yo no me veía para nada divorciada para liarme a la primera de cambio.

Fue entonces cuando mi amiga Merche me llevó de copas una noche, creyendo que me ayudaba a ligar. Pero los hombres que se me acercaron me parecieron aburridos, previsibles y pesados, con sus rodeos y sus indirectas, como jovencitos. Viendo que su estrategia no iba a dar resultados conmigo, Merche decidió contarme un secreto:

-Verás... mi marido y yo -empezó carraspeando- Des de hace unos años empezamos a intimar con una pareja swinger, ya sabes. Hacemos intercambios y vamos a clubes de gente igual... A lo mejor eso es lo que tu necesitas...

-Pero yo no tengo pareja que intercambiar con nadie -la advertí.

-Jajaja, no me hagas reír: una mujer sola no tiene ningún problema en esos ambientes...

Merche me estuvo hablando de las ventajas que tenía el ambiente liberal: nadie te pide explicaciones, nadie te exige nada y puedes ser tu misma, todo el mundo es respetuoso, nadie anda buscando pareja y las cosas están muy claras desde el principio. Me convenció pronto de que esa iba a ser la mejor forma de tener sexo sin compromisos ni cosas raras. 

-Piénsatelo y dime algo. Si te atreves te llevaré a nuestro próximo encuentro. Y creo que mi marido estará encantado de verte por allí...

Como os podéis imaginar, la llamé al día siguiente: "Ya me puedes apuntar a tu encuentro".

Resultó que Merche y su marido Ricardo se habían citado con otra pareja en su casa y, según me contó Merche, todos estaban de acuerdo en darme la bienvenida. Así que pocos días más tarde me presenté a la cita. Me puse una faldita corta y una blusa escotada, unos buenos taconazos, una tobillera y una gargantilla choker de cuero negro que me compré el día antes en un Sex Toys. 

Cuando entré en el piso me encontré a las dos mujeres ataviadas con lencería sexy muy transparente. Merche llevaba un plug anal ya metido, y su marido se lo estaba metiendo a la otra mujer. Por lo tanto, la velada transcurrió como se puede imaginar: el marido de Merche andaba loco por estar con la mujer de su amigo, y lo mismo pasaba con los otros dos. Estuvimos quizás tres o cuatro horas, durante las cuales me llevé algunas caricias y toqueteos, una penetración de menos de un minuto y (eso sí estuvo bien) una buena lamida de clítoris a cargo de Blanca, la amiga de Merche, que me sentó en su cara mientras Ricardo la penetraba.

Dos días más tarde recibí una llamada inesperada: era Blanca, la mujer de la que guardaba un buen recuerdo. Se excusó en nombre de su marido por la poca atención que había recibido en la fiesta y me quiso compensar con una oferta:

-Mira, yo y algunas amigas tenemos montado un grupito. Nuestros marido quedan al margen, es cosa de mujeres. Nos reunimos de vez en cuando con un amigo, Rufus. Rufus es un hombre especial, ya lo verás si te vienes. No solo es guapo y simpático, si no que es el hombre más bien dotado que he visto jamás. Aparte de que su aguante es increíble: te puede tener dos o tres o tres horas dándote caña de la buena. Y te digo una cosa: como serás la nueva, puedes estar segura de que te prestará atención. En mi primera vez me dejó de forma que durante tres días casi no podía andar... Eso sí, creo que te pondrá alguna prueba...

-No me cuentes más, Blanca: me apunto a la fiesta con Rufus.

Pocos días después, Rufus nos citó en un hotel para parejas, en las afueras. Había una cama enorme y un jacuzzi, luces rosas y espejos por todas partes, incluyendo el techo. Éramos cuatro mujeres y Rufus, que es un hombre negro espectacular, con un delicioso acento caribeño. Blanca me lo había descrito muy bien. El pene de Rufus mide lo mismo que mi antebrazo.

Rufus nos pidió que nos presentáramos desnudas, y nos puso una al lado de la otra. A mi me puso a la derecha. Nos fue saludando una por una, empezando por la izquierda. Así supe que yo iba a ser la última. A todas las besó en la boca, cuello y pubis. Pero cuando llegó ante mi me volteó y me lamió el ano, abriéndomelo con sus manazas y metiendo la lengua con ímpetu. Fue entonces cuando recordé lo que me había dicho Blanca: "creo que te pondrá alguna prueba".

Y la prueba la pasé delante de todas las amigas, que se estuvieron masturbando, toqueteando y haciéndose selfies entre ellas o conmigo durante la media hora de sexo anal que me impuso. Cuando Rufus terminó conmigo se ocupó del resto de sus chicas, una por una. Mientras Rufus penetraba a Blanca escuché como le decía que yo debía ser una invitada en las siguientes citas. Así supe que me había ganado mi plaza.

Cuando Rufus se marchó nos dimos un baño en el jacuzzi y Blanca me lamió de nuevo.




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