148. EL ENCUENTRO DIO UN GIRO INESPERADO
Cuando conocí a Mario enseguida me di cuenta de que era un hombre con una sexualidad desbordada, de los que desprende sexo por todos sus poros. Uno de esos hombres con el que no tendrías una relación porque sabes que cada día te va a poner los cuernos. Así que no me arriesgué más de lo justo, y me limité a tenerlo como amante ocasional. Nos citábamos a veces, casi siempre en hoteles que él escogía. Solo una vez en mi casa, aprovechando que mi marido estaba en un cursillo. Y también una sola en la suya.
Cuando estuve en casa de Mario pude comprobar que lo suyo era tremendo: me mostró el cajón de su mesita de noche en el que guardaba braguitas de sus ligues, cada con el nombre de la mujer escrito a rotulador. Imposible contarlas. Y debo decir que eso me encantó hasta el punto de que, cuando terminamos, le entregué mis braguitas para que las añadiera a su colección. Me gusta formar parte de su lista.
Durante nuestros encuentros, cuando Mario se encontraba muy excitado, solía proponerme nuevas experiencias, y yo solía acceder. Cuando Mario empezaba a arrearme cachetes en el trasero, yo sabía que estaba a punto de hacerme alguna propuesta.
Me planteó, entre otras muchas cosas, tríos con toda clase de personas: jóvenes y mayores, africanos, orientales, aficionados al bondage, a la lluvia dorada, al travestismo y etc. Yo acepté la mayoría de las veces, más que nada porque le veía muy lanzado y me sabía mal cortarle el rollo. Un día, tras uno de esos tríos y cuando nos quedamos solos los dos, se me ocurrió contarle:
-¿Sabes una cosa, Mario? Nunca he visto a dos hombres follándose delante mío.
Como os podéis imaginar, Mario no tardó nada en querer satisfacer mi demanda.
-He invitado a Willy -me dijo muy contento- Vas a poder ver a dos hombres follándose.
-Cuenta conmigo -le respondí sin pensar.
Me citó en un hotelito muy coqueto. Yo me había puesto medias y ligueros, llevaba unos taconazos de cuidado en el bolso e iba muy bien depilada. Y había pasado por la peluquería. La verdad es que no me había hecho ninguna idea de lo que me iba a encontrar, pero por supuesto no podía imaginarme lo que sucedió.
Cuando llegué a la habitación me encontré con que Willy (un chico joven y guapísimo, y con anillo de casado) ya le estaba chupando el pene a Mario. Mario estaba excitadísimo y jadeando como nunca, y le daba severas nalgadas muy sonoras a Willy para que no perdiese el ritmo. En este momento pensé que la fiesta iba a terminar con una sonora doble penetración, y que ambos se iban a correr en mi cara.
Me desnudé aprisa para sumarme al trío, y una vez lista me abalancé encima de Mario con el propósito de lamerle a dúo, pero me di cuenta de que los dos me apartaron, con cuidado pero con convicción. Willy se sentó encima del pene de Mario y a partir de ahí fue como si mi presencia allí fuese irrelevante. Me tuve que poner a un lado, observando como Mario se encendía durante el enculamiento de Willy.
La verdad es que la contemplación de aquellos dos hombretones en acción me puso bastante caliente y me iba masturbando sin sacar ojo de la escena. De repente, Mario se dirigió a mi como si recordase por casualidad que yo estaba presente y me pidió que agarrase el pene de Willy:
-¡Hazle una paja como tu sabes! -me gritó- Cuando se corra se le relajará el esfínter y será más guay.
Hice lo que me pidió Mario y conseguí lo que él quería, y en aquel momento pensé (por última vez en la velada) que me llevaría algún premio. Pero no fue así: Mario se corrió en la cara de Willy y luego se estuvieron besando un rato. Al cabo del cual Mario me comentó que Willy se quedaba a dormir con él y que me llamaría pronto.
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