149. MI AMIGA CURVY

Jennifer es una chica joven, y somos amigas des de hace ya varios años. Es una mujer excepcional por muchos motivos: inteligente, valiente, con mucha formación, empática y simpática. Jennifer tiene sobrepeso. Es decir, tiene bastante sobrepeso y algunos la llaman "gorda" como si con esa palabra pudieran contar todo lo que es Jennifer y reducir todas sus virtudes a una sola palabra.

Jennifer es, además, una mujer guapísima y cariñosa. Pero como a todas las mujeres con sobrepeso le cuesta encontrar amantes decentes y suele darse de bruces con tipos malsanos y con aprovechados de medio pelo.

Tras un tiempo sin sexo, Jennifer me pidió consejo y yo le aconsejé el mundo liberal. Nos pusimos una tarde, ella y yo, a ver perfiles de hombres liberales en la web swinger. Tras algún rato en el chat e intercambiando fotos por whatsapp, Jennifer se citó con Eduardo, un hombretón con ideas claras y bien dotado a quien le apetecían las curvas de mi amiga. Quedaron en un apartamento coquetón que alquiló Eduardo por tres horas, y yo me quedé mirando las fotos del apartamento con envidia mal disimulada.

-Oye... -me dijo entonces Jennifer- Y ¿porqué no te vienes tu también a la cita? Estoy segura de que Eduardo no te va a rechazar y yo me sentiré mejor con una amiga...

Acepté, como os podéis imaginar.

Nos presentamos en el hotelito con tiempo. Yo le sugerí a Jennifer que recibiese a su amante completamente desnuda, mientras que yo me quedé vestida con tejanos y camiseta, ropas nada sexys. Cuando Jennifer se desnudó me entraron ganas de tocarle sus pechos enormes y luego de lamerle un poco sus pezones, actividades a las que ella se prestó con gusto. Como Eduardo se demoraba, terminé por lamerle el clítoris.

-Eso solo es para que Eduardo me encuentre preparada -repetía ella entre gemidos.

Y cuando Eduardo llegó la encontró más que preparada, por supuesto. Como Jennifer estaba desnuda, Eduardo la dispuso a cuatro patas y la penetró sin prólogo alguno, directo al asunto. A mi me sorprendió la erección grande y durísima del hombre, y sentí envidia de nuevo, pero no dije nada. Aún así, en silencio, decidí quitarme mis pantalones y le pedí a Jennifer que me lamiera. Fue muy agradable y muy excitante.

En algún momento deducí que Eduardo había entrado con su pene en el ano de mi amiga, ya que Jennifer empezó a gemir más fuerte y con pequeños gritos de dolor y placer, al tiempo que me daba su lengua en mi coño con un ritmo más loco e incluso me lamía el ojete como por descuido al principio, hasta que terminó por meterme su dedo índice. Tanto me excitó que estuve a punto de pedirle a Eduardo un poco de su caña, pero supe contenerme pensando que habría más ocasiones.

Tras mucho tiempo (el aguante de Eduardo es maravilloso) el amante terminó por eyacular en el culazo y la espalda de Jennifer. Luego oímos como se duchaba y, antes de marcharse, nos besó a las dos en la boca.

Jennifer y yo nos quedamos en la habitación y nos pusimos a buscar nuevos machotes para nuevos encuentros. Cada vez que ella veía a un chico que le apetecía se excitaba imaginando lo que le haría y yo aprovechaba su excitación para meterme su cabeza entre las piernas. Al final nos tuvieron que echar por haber superado el tiempo concertado.


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