157. VUELVO A CASA NALGUEADA

Mi amigo Nico aparece a veces en mi ciudad y siempre con prisas. Odio las prisas de Nico, pero aunque sea un ratito siempre merece el esfuerzo y salgo más que satisfecha. En realidad, a Nico ya le conocí con prisas: coincidimos en un club liberal hace un par de años. Nos cruzamos en un pasillo estrecho que iba des del jacuzzi hacia los baños. Yo iba hacia el jacuzzi en busca de aventura y él para el baño, a punto ya de irse porque su novia le esperaba en la entrada. Por lo visto, tenían una fiesta familiar y no podían llegar tarde.

Pero el pasillo era tan estrecho que nos fue imposible cruzarnos sin roce y, por lo visto, yo rocé su pene con la mano. De modo que él, que ya se iba, se dio la vuelta y me llevó a la bañera. Allí me sometió a un duro polvo rápido y contundente que nos convirtió en la atracción de las tres parejas que se mecían en el agua. Nico es duro y cariñoso a la vez, diestro con su pene gordote, veloz y poderoso. Te puede arrancar dos orgasmos en muy poco tiempo. Las tres parejas que se encontraban en el jacuzzi dejaron sus quehaceres para mirarnos atentamente. Especialmente al final, cuando Nico se abalanzó sobre mi rostro para dejarme su firma en forma de tres chorros de esperma. Cuando se despedía de mi con un beso húmedo, ambos nos susurramos nuestros números de teléfono.

Yo no pude retener el suyo, pero dos días más tarde supe que Nico sí había memorizado el mío. Me llamó una tarde a las seis para citarme a las siete. Lo dicho: siempre con prisas. Tuve que improvisar una excusa mala para mi marido, que debió de olerse algo por lo que luego supe.

Nico y yo nos vimos en un apartamento de AirBnb cerca del centro. Nada más llegar me desnudó, me tumbó en un sofá y me penetró como si el diablo le llevara. Mientras me follaba con ímpetu me contó que su novia les estaba esperando. Otra vez. La verdad es que eso me dio morbo, aunque entonces todavía no sabía que ese iba a ser el patrón de mis encuentros con Nico.

Cuando regresé a casa, poco más tarde, mi marido me esperaba con ganas de polvete aunque yo creo que lo que pretendía era ver si descubría algún rastro sospechoso. No descubrió nada por la brevedad del encuentro. Pero en la última vez la cosa se torció.

Tras algunos encuentros fugaces, el pasado viernes recibí otra llamada de Nico a la que yo acudí, como es natural. Siempre es bueno que te den un repaso inesperado, con energía y saber hacer, aunque dure poco rato. Lo que sucede es que este último viernes Nico tenía unas ganas locas de darme cachetes en las nalgas, y ya empezó a azotarme nada más dejar mi culo al descubierto. En vez de empujarme hacia la cama, me llevó a cachetes hacia ella. Cuando me tumbé ya llevaba mi culo rojo pasión. Y siguió así, hasta conseguir que el polvo sonara como un concierto de maracas. 

Como era su norma, al cabo de poco rato me despidió con un beso, tras tres orgasmos por mi parte y su corrida en mi cuello. Mientras me vestía me di cuenta de que me escocían las nalgas como jamás me había escocido. Me miré en un espejo: mi culo tenía el color de las amapolas silvestres.

Una vez en casa mi marido también quiso sexo. Y descubrió el rojo en mis posaderas. El muy ladino no dijo nada, pero estuvo dándome cachetes durante todo el rato.



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