161. LA CORRIDA EN LA CARA ES OBLIGATORIA


Como ya sabéis, no es nada fácil encontrar corneadores fijos o más o menos estables en el ambiente swinger. Suele pasar que, si te he follado, ya no me acuerdo.

Una noche, después de rastrear durante un rato por la web swinger, di con un joven muy atractivo que respondió a la primera de cambio. Estuvo mirando mis fotos, y yo las suyas. Me di cuenta de que entre sus parejas había mujeres jóvenes y mayores, rubias y morenas, casadas y solteras. Parecía ser un buen todo terreno. Tras un rato de mensajes más o menos explícitos y algunos piropos mútuos, me dijo que le había gustado y que estaba dispuesto a follarme. 

Entonces le conté que estaba invitado a mi casa, y que mi marido sacaría las fotos del encuentro, tal como solemos hacer. Tardó un par de minutos en responderme, lo que me mostraba que se lo estaba pensando. Y luego me contó que él suele hacerlo a solas con la mujer, sin el marido delante. Saca unas fotos y ella se las manda al esposo una vez terminado el acto.  Este es mi trato, yo lo hago así, me dijo. Mientras me lo pensaba le confesé que me daba mucho morbo su plan.

-Eso no es todo -añadió poco después- Hay otra condición.

Yo estaba muy excitada en aquel momento y me sentía dispuesta a todo, así que le pregunté por otra esa condición.

-En mis encuentros hay una foto obligatoria, que es la de mi corrida en tu cara.

Me lo dijo así y se quedó tan ancho, esperando mi respuesta. 

En la noche siguiente decidí contarle a mi marido el diálogo con el presunto corneador y él se excitó mucho con la cosa de la foto obligatoria. Se excitó tanto que decidió correrse en mi cara mientras, sin duda, pensaba en la corrida que me iba a regalar muy pronto mi amante y de la que iba a recibir el documento gráfico en cualquier momento.

Al día siguiente hablé otra vez con mi futuro corneador para contarle que estaba dispuesta.

-Hay una cosa que no te dije -me respondió- Deberás sonreír en la foto con mi corrida en tu cara que le vamos a mandar a tu maridito.

Esa sonrisa me excitó mucho más. La ensayé con mi marido y se la mandé. 

-¿Te gusta algo así?



-Me gusta un poco, pero debes saber que mi corrida será mucho más abundante que ésta y tu sonrisa será más difícil...

Me masturbé enseguida nada más leer la respuesta, y recordé la vez en que se me habían corrido en la cara con más generosidad. Fue un amante muy fogoso, que me estuvo sacudiendo por todas partes durante dos horas antes de regarme el rostro con cuatro ráfagas precisas, efectuadas entre alaridos de placer y mientras mi marido, atónito, no paraba de sacar fotos. 




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