163. MIRA A LA CÁMARA Y SONRÍE, CARIÑO


Relato de Sam

Cuando empecé mis andaduras como hombre solo en la página swinger y empecé a tener citas con mujeres y parejas decidí guardarme un recuerdo de cada una de mis aventuras. Siempre sacaba una foto y la guardaba en una carpeta de mi ordenador. A veces la abría y miraba aquellas mujeres que había poseído (o que ellas me habían poseído a mi). Eran fotos tomadas en cualquier momento de la cita: tomando algo antes del sexo, abrazados medio desnudos o relajados después de la acción.

Sin embargo, esto cambió tras mi cita con Lali y su marido. El marido llegó con una buena cámara de fotos, decidido a llevarse un buen reportaje del encuentro. Mientras yo desnudaba a la esposa, el marido preparaba su cámara y se tocaba de vez en cuando el pene, pero era evidente que, lo que más le interesaba, eran las fotos que se disponía a sacar. Lali se arrodilló delante de mi y se metió mi pene en su boca. Mientras me chupaba miraba atenta a la cámara de su marido. Le agarré la cabeza y la empujé hacia mi para que el glande le llegara hasta lo mas hondo de su garganta, pero aún así ella consiguió seguir mirando hacia el objetivo.

Le llevé a Lali a la cama y el marido nos siguió atentamente. No se perdió detalle del evento. Lali es mujer fogosa, pero a la vez tiene algo muy sumiso y se presta a todo lo que se le propone, incluso a lo que todo se le insinúa. Tanto es así que mientras la estaba penetrando deslicé una mano hacia su culo y empecé a masajearle el ano. Le metí un dedo, luego dos. Su ano se dilataba y se humedecía al tiempo que ella empezó a gemir de un modo más acentuado. No tardó en darse la vuelta, presentarse a cuatro patas y, mientras se agarraba las nalgas con las dos manos para abrirlas bien, murmuró algo así como "rómpeme el culo". Miré hacia un lado: su marido seguía sacando fotos, ahora con más ahínco. Se había sacado el pene y se masturbaba con ganas. El marido se las apañó para masturbarse y seguir con la cámara, seguro que estaba muy avezado a combinar ambas acciones.

Estuve penetrando el culo de Lali durante un buen rato. Ella gemía sordamente, se tocaba el clítoris, se daba golpecitos y de vez en cuando alargaba su mano para masajearme los testículos. Mis empujones aumentaron de ritmo. Esperaba que ella en algún momento me pidiera calma pero no lo hizo: gozaba de mi intensidad creciente y empezó a dar alaridos de placer. Hostia, tengo un orgasmo anal, dijo de repente.

Fue entonces cuando su marido se descompuso, soltó la cámara encima de la cama, se acercó a su esposa y le descargó su corrida en la mejilla. Aunque no fue una lechada abundante, vi como las gotas se descolgaban por su cara y su barbilla y como manchaban la almohada. Una vez recompuesto, el marido recuperó la cámara y reportó con detalle su carita salpicada al tiempo que yo seguía envisténdola por detrás.

-Cuando te vayas a correr avisa -me dijo el marido.

No andaba desencaminado: en pocos minutos le pedí a Lali que se volteara y le solté mi corrida en su cara. Llevaba varios días reservándome para este encuentro, así que me senté encima de sus costillas y le regalé varios chorros generosos que dejaron perdidísima su bella cara descoyuntada por los orgasmos, su pelo, sus orejas y su cuello. Le solté las últimas gotas en los pechos grandes, agradecido por el baile espectacular que se marcaron ante mi al principio, cuando le pedí que me cabalgara un rato.

Fue entonces cuando el marido de Lali se acercó, cámara en ristre, y le pidió:

-Sonríe a la cámara, cariño.

El marido hizo muchísimas fotos del rostro de su esposa lleno de esperma por todas partes, y no se perdió detalle ninguno de las gotas en su pelo ni de ese ojo derecho que apenas podía abrir. Insistió varias veces en la sonrisa.

Un par de días más tarde recibí algunas de las fotos para mi goce, y me di cuenta de que la sonrisa con cara llena de semen era lo más excitante de la jornada.

Es por eso que a partir de entonces les pido a mis amantes que me regalen una foto de su sonrisa con la cara salpicada de leche.

 


 










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