122. NO TE LIMPIES TODAVÍA
Eso sucedió cuando mi esposa y yo nos iniciábamos en el mundo swinger. Aunque a los dos nos iba el morbo y las situaciones eróticas subidas de tono, cuando ella me propuso empezar a interactuar con otros hombres a mi me dio un ataque de celos, aunque fueron unos celos livianos que quedaban compensados por la imágenes que se me ocurrían, en las que veía a varios hombres y mujeres y en las cuales me imaginaba a mi mismo copulando con una desconocida mientras mi mujer, a mi lado, hacía lo mismo con un desconocido. Todo me resultaba intrigante y peligroso, pero cada vez me atraía más, justamente por lo incierta que resultaba esa nueva andadura de nuestro matrimonio. Yo veía que Maite se ponía muy caliente cada vez que hablábamos del asunto, y tanto era así que mientras lo hablábamos se masturbaba subrepticiamente y le subían los colores a las mejillas con solo imaginarlo. En estas ocasiones tuvimos coitos fantásticos, como hacía muchos años que no los teníamos: me cabalgaba con los ojos en